Entre
las tantas clasificaciones -no exentas de simplificación- que se puede hacer de
las personas, está la que las divide en sedentarios y nómades. Entre estos
últimos es posible encontrar a los vacacionistas, los viajeros y los
exploradores. No hay duda que en esta vida todos andamos de viaje, aún el más quieto
de entre los sedentarios. De acuerdo con Ruben Loza Aguerrebere nuestro destino
de viajeros ya se encuentra presente en el libro del Génesis.
(…) a propósito de los viajes se ha
señalado que es una de las primeras consecuencias de la pérdida del Paraíso, en
virtud de la desobediencia Divina. Visto de esta manera, puede observarse que
se trata de una de las actividades más remotas del hombre.
Para
quienes no integran ese gremio, resulta difícil entender los motivos y razones
que impulsan a los exploradores a realizar travesías enormemente sacrificadas
detrás de objetivos que parecieran ser extraños, sino es que francamente ridículos,
a ojos de los no iniciados. Juan Villoro aborda este tema.
Hace unos meses leí la historia de un
explorador inglés que logró caminar sobre los hielos árticos hasta llegar al
Polo Norte. ¿Qué lleva a alguien a asumir tamaños riesgos y fatigas? La crónica
evidente de los hechos, en clave National Geographic, permite conocer
los detalles externos de la epopeya: ¿qué comía el explorador, cuáles eran sus
desafíos físicos, qué rutas alternas tenía en mente, cómo fue su trato con los
vientos?
Y
aquí se produce un desencuentro de proporciones entre el explorador y el
cronista, dado que éste quiere hurgar en las supuestas razones escondidas que
pudieran ser las causales del viaje. Al respecto añade Villoro que “(…) la
crónica que aspira a perdurar como literatura depende de otros resortes: ¿qué
se le perdió a ese hombre para buscar a pie el Ártico?, ¿qué extravío de
infancia lo hizo seguir la brújula al modo del Capitán Hatteras, que incluso en
el manicomio avanzaba al norte?” Sin embargo en opinión del mismo autor esta
búsqueda de profundidades puede ser vana. “Tal vez se trate de una pregunta
inútil. La rica vida exterior de un hombre de acción rara vez pasa por las
cavernas emocionales que le atribuimos los sedentarios: los exploradores suelen
ser inexplorables.” Sin embargo hecha la precisión, Juan Villoro no renuncia al
derecho que le asiste de hacer el intento aun cuando pudiera resultar fallido. “Con
todo, el cronista no puede dejar de ensayar ese vínculo de sentido, buscar el
talismán que una la precariedad íntima con la manera épica de compensarla.”
Y
sí, tal vez los cronistas busquen donde no hay pero lo cierto es que existen
exploradores que no dejan de servirse en bandeja para que ello acontezca; una
pequeña prueba la proporciona Carlos González Vallés.
Peter Matthiessen, escritor, viajero y
explorador de cumbres y selvas, quiso emprender una aventura especial en
compañía de su amigo y compañero en otras expediciones George Schaller (...)
Fue en otoño de 1973. La expedición era a la Montaña de Cristal, en la meseta del Tibet, y su objetivo
era doble o, mejor dicho, uno distinto para cada uno. Schaller quería
investigar el “bharal” o cordero azul himalayo, mientras que Matthiessen se
había propuesto como meta especial y particular de su expedición el llegar a
ver el mítico pero real leopardo de las nieves. Según la leyenda, Milarepa,
santo poeta tibetano del siglo X, que iba siempre vestido solamente con una
toga blanca para confundir a sus enemigos y escapar de ellos, se transformó en
el leopardo de las nieves en el Everest. Desde entonces se le ha visto pocas
veces, y se sabe de su existencia, pero se desconocen todavía muchas de sus
características y costumbres. (...)
Un día ven las huellas del leopardo de
la nieve. Inconfundibles. Otro día encuentran sus excrementos recientes, que recogen
para analizarlos Schaller comenta al notar la alegría de su amigo: “¿No es
francamente curioso alegrarse tanto de encontrar un montón de mierda?”
Así
es como aun cuando hay que reconocer que la libertad pasa porque cada quien
elija las razones de sus propias alegrías (¡faltaba más que no fuera así!), hay
algunas que no dejan de ser sorprendentes.
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