Muchas son las ocasiones en que
viendo la mitad de los acontecimientos actuamos
suponiendo que conocemos toda la realidad.
En algunos casos podría pasar que después
-a toro pasado- nos desayunemos y caigamos en la cuenta de aquello que en su
momento ignoramos. También es posible que persistamos en el error al no
enterarnos nunca de aquello que desconocíamos.
Todo ello presenta similitudes con
lo que sucedió a la señora S. y de lo que da cuenta Oliver Sacks en su calidad
de médico tratante.
La señora S., una
mujer inteligente de sesenta años, ha sufrido un grave ataque que afecta a las
partes posteriores y más profundas del hemisferio cerebral derecho. Conserva
plenamente la inteligencia... y el humor.
A veces se queja a
las enfermeras de que no le han puesto el postre o el café en la bandeja.
Cuando las enfermeras le explican: “Pero, señora S., lo tiene ahí, a la
izquierda”, parece no entender lo que le dicen, y no mira a la izquierda. Si
tiene la cabeza ligeramente girada, de manera que resulte visible el postre
para la mitad derecha intacta del campo visual, dice: “Vaya, pero si está
ahí... pues antes no estaba”. La señora S. ha perdido totalmente la noción de
“izquierda”, tanto por lo que se refiere al mundo como a su propio cuerpo. Se
queja a veces de que las raciones son demasiado pequeñas, pero esto se debe a
que sólo come de la mitad derecha del plato... no cae en la cuenta de que pueda
haber también una mitad izquierda. A veces se pinta los labios y se maquilla la
mitad derecha de la cara, olvidándose por completo de la izquierda (…)
El doctor Sacks afirma que es
imposible tratar con ella “estos problemas porque no hay modo de atraer su
atención hacia ellos (...) y no tiene ni idea de que existan”. El reconocido
neurólogo aún aporta otro dato. “Lo sabe intelectualmente, y puede
comprenderlo, y reírse; pero le es imposible saberlo de una forma directa.” Concluye
su análisis diciendo: “A la señora S. le resultaban particularmente
desagradables las burlas de que la hacían objeto cuando aparecía con sólo la
mitad de la cara maquillada, el lado izquierdo absurdamente vacío de carmín y
de colorete.”
No cabe duda que en muchas
circunstancias actuamos igual que la señora S., al punto que podríamos hacer
nuestra su afirmación: “Yo miro en el espejo (…) y pinto todo lo que veo.” A
este respecto Pedro Chinaglia es contundente. “Suele decirse que no hay peor
ciego que el que no quiere ver. Pero hay otro tipo peor de ceguera: la de los
ciegos que están convencidos que ven (…) y han llegado a convencerse de que la
realidad es tal y como sus ojos ciegos la testimonian.”
¿Le habrán contado de nosotros o sólo
lo dice al tanteo?
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