Referirse al México mágico es repetir
una fórmula que no por reiterada deja de tener validez. Al llegar procedente de
otras tierras la mirada anda de estreno por lo que se encuentra a salvo de lo
que Janus Korczak llamaba las telarañas de la rutina. Una de las tantas pruebas
de ello la proporciona Pablo Neruda
Mi
Gobierno me manda a México. Lleno de esa pesadumbre mortal producida por tantos
dolores y desorden, llegué en el año 1940 a respirar en la meseta de Anáhuac lo que
Alfonso Reyes ponderaba como la región más transparente del aire.
México, con su
nopal y su serpiente; México florido y espinudo, seco y huracanado, violento de
dibujo y de color, violento de erupción y creación, me cubrió con su sortilegio
y su luz sorpresiva. [...]
Me complace la
diversidad terrenal, la fruta terrestre diferenciada en todas las latitudes. No
resto nada a México, el país amado poniéndolo en lo más lejano a nuestro país
oceánico y cereal, sino que elevo sus diferencias, para que nuestra América
ostente todas sus capas, sus alturas y sus profundidades. Y no hay en América,
ni tal vez en el planeta, país de mayor profundidad humana que México y sus
hombres. A través de sus aciertos luminosos, como a través de sus errores
gigantescos, se ve la misma cadena de grandiosa generosidad, de vitalidad
profunda, de inagotable historia, de germinación inacabable.
Aun cuando no es posible vivir en estado
de asombro permanente, México invita a
evitar la burocratización de la mirada.
Elena Poniatowska nos acerca una porción de esta magia.
México es la
región más transparente del aire, el país mágico en el que nada tiene
desperdicio y donde la naturaleza es, ante todo, un inmenso llamado al arte. Se
hacen sopas de crisantemos, tés de bugambilia, las flores se mezclan con los scrambled
eggs, el pollo en salsa de chocolate es un guiso al que se atreven las
monjas en un convento de la ciudad de Puebla. Todo es posible. Cuando estallan
cohetes, Edward Weston cree que son tiros, y si escucha una balacera, la
confunde con los juegos artificiales de una fiesta pueblerina. Qué país Dios
mío, qué país. Lejos del supercapitalismo y la tecnología, en México nada puede
echarse a perder en el tiempo ni en el espacio, ni corromperse, ni
multiplicarse, ni banalizarse.
En México tienen lugar los milagros
más increíbles; Edmundo González Llaca da cuenta de uno
de ellos.
[...]
el domingo (4 de noviembre de 1984) apareció en una nota enviada por el
corresponsal en Yucatán, en la que informaba que hace unas semanas, en la
aduana de Cancún, habían llegado 50 gallos de pelea procedentes de España; en
virtud de que la ley prohíbe la importación de aves por el peligro de contagio
de plagas y enfermedades, los animales habían sido decomisados.
Cuando el director general de Aduanas, Víctor García Lizama,
envió a un funcionario para dar fe del asunto y devolver las aves a su lugar de
origen, éste se dio cuenta de que los gallos “habían puesto huevos”. Tal vez
alguno de los responsables de la mercancía gritó al momento: “Milagro,
milagro”; quizá otro quiso argumentar que el ambiente fecundo y prolífico que
se respira en todo el país, y que nos tiene con tasas de crecimiento
demográfico impresionantes, había roto todas las barreras de la Naturaleza ; no faltó, a
lo mejor, alguien que dijera que la promiscuidad, el largo viaje y la atmósfera
romántica de Cancún, habían hecho mella en la personalidad de los mismísimos
gallos de pelea.
Nada de eso, algo más prosaico y rutinario, el director
general de Aduanas aclaró el fenómeno: “Los destinatarios, en acuerdo con el
administrador de la Aduana ,
con los vistas y con empleados de nuestra dirección, se llevaron los gallos y
dejaron gallinas en su lugar”. Prometió el castigo correspondiente a los
culpables.
Los límites entre realidad y fantasía
se diluyen. Augusto Monterroso, uno de los tantos viajeros que llegó para
quedarse, se refiere a esa cuestión.
Hace poco me
pidieron en España que hablara de la literatura fantástica mexicana. Y la he
buscado y perseguido: en la mía y en bibliotecas públicas y privadas, y esa
literatura casi no aparece, porque lo más fantástico a que pueda llegar aquí la
imaginación se desvanece en el trasfondo de una vida real y de todos los días
que es, no obstante, como un sueño dentro de otro sueño. Lo mágico, lo
fantástico y lo maravilloso está siempre a punto de suceder en México, y
sucede, y uno sólo dice: pues sí.
Viajar a México es recomendable para
quienes sufren de vista cansada así como para los que creen que ya lo han visto
todo. La única contraindicación reside en que puede generar adicción.
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