En México es usual que algunos
eventos históricos sean recordados con la escenificación del suceso evocado.
Uno de estos casos ha dado lugar a un conocido chiste que alude a la representación
del triunfo de las tropas mexicanas ante las francesas en la Batalla de Puebla, tal
como aconteciera en 1862.
Se cuenta que la noche del 4
de mayo, el gobernador de ese estado convoca en los medios a que los ciudadanos
que participarán en el acto cívico no beban en exceso, recordando que a
consecuencia de ello en la escenificación del año anterior habían ganado los
franceses…
Pero no se crea que los problemas
suscitados en estas representaciones son siempre cosa de chiste. Antonio Lomelí
Garduño refiere uno de estos casos.
Durante la gestión
gubernativa del general Miguel Orrico de los Llanos en el Estado de Tabasco,
aconteció un hecho público de gran agitación popular con motivo de la
celebración que cada 27 de febrero se lleva a cabo en la ciudad de Villahermosa
para recordar la salida de los últimos soldados franceses el año de 1864, al
triunfo de la República.
En aquel 27 de
febrero, el gobernador Orrico de los Llanos se esmeró en organizar vívidamente
las conmemoraciones, obteniendo de la Jefatura de la Zona Militar un
contingente de soldados para escenificar el hecho histórico.
Se comenzó por
hacer una propaganda que atrajo a numeroso público y se utilizaron trajes muy
vistosos de suavos.
Llegó el día
esperado y comenzó el desfile de franceses que pasaban por el Mercado en su
salida de Villahermosa. Verlos la multitud y prorrumpir en silbidos y denuestos
fue algo espontáneo. Alguien tomó de un puesto de verdura una lechuga y se la
aventó al “francés” más cercano. Entonces los demás se precipitaron sobre los
puestos de tomates y papas, lloviendo proyectiles sobre la sorprendida columna.
Y fue tal la excitación con que se posesionaron los presentes de la escena, que
se hizo necesaria la intervención de la fuerza pública para apaciguar al
populacho indignado que gritaba:
—¡Lárguense a su
tierra, hijos de la tostada!
El motivo de estos enfrentamientos (que
en algunos casos se vuelven más interesantes que el propio suceso histórico
recordado) tiene que ver con que los protagonistas –tanto actores como espectadores-
se toman demasiado en serio los episodios escenificados.
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