En México el compadrazgo es una
tradición que se las trae, tan es así que Joaquín Antonio Peñalosa se refiere a
“la insigne y nacional institución del compadrazgo” a la que analiza en forma
pormenorizada.
No hay mexicano
que no haya soñado tener al menos un compadre, una comadre y un ahijado.
Algunos hacen colección.
Don Luis
Berruecos, que publicó por 1977 una interesante investigación sobre El compadrazgo en América Latina (análisis
antropológico de 106 casos), cuenta que en la sierra de Puebla se topó con un
varón muy prestigiado que tenía nada menos que 102 ahijados, era de hecho el
dueño del pueblo.
Aunque puede
barruntarse una especie de compadrazgo en el mundo azteca y maya, irrumpe aquí
con la llegada de los evangelizadores y la implantación del cristianismo; ya
que el auténtico compadrazgo es el parentesco que contraen con los padres de
una criatura, los padrinos que la llevan a bautizar o a confirmar. Pero fue
tanto el éxito del compadrazgo, que si por ley eclesiástica se urgía únicamente
en el bautismo y en la confirmación, enseguida se extendió a otros sacramentos.
Y así hubo padrinos de matrimonio, que en realidad son testigos; padrinos de
primera comunión, ordenación sacerdotal y aun unción de los enfermos. Todavía
en algunos lugares del país, la persona que trae al sacerdote para que ayude a
bien morir al enfermo, se considera padrino del moribundo.
Del ámbito de los
sacramentos, el compadrazgo se extendió a diversos ritos y ceremonias
religiosas secundarias: padrinos de bendición de imágenes, escapularios,
bendición de casas y vehículos; padrinos de presentación del niño de tres años
al templo o de la señorita que, entre gasas color de rosa, agradece cumplir los
quince años. En el norte del país, la quinceañera invita madrinas a porrillo, a
título de pedigüeña disfrazada; pues hay madrina de misa, de pastel, de salón
de belleza, de fotografía, de orquesta, de bocadillos y de cubas libres. Una
sola quinceañera, en una sola noche, es capaz de fabricar comadres como arenas
tiene la playa y estrellas del cielo, este “jardín azul de margaritas de oro”.
Existe también un padrinazgo laico que
surge de la convivencia y por el solo gusto. Es un verdadero privilegio esto de
tener compadres con los que se puede contar tanto en los momentos complicados
como festivos de la vida y quienes, a su vez, saben que pueden contar con uno.
Peñalosa también se refiere a ello.
Por imitación y
contagio de las situaciones estrictamente religiosas, el compadrazgo salió del
templo a la calle, hecho un compadrazgo laico y profano, como el padrino de
graduación en actos académicos, o la madrina del equipo de futbol que camina
muy oronda con un ramo de flores en la mano al frente de los
"Correcaminos"; en algunas zonas campesinas, existe todavía el compadrazgo
motivado por el primer corte de pelo del niño, el primer corte de uñas, o la
perforación de las orejas de las niñas para poner los aretes.
Tanto en lo religioso como en lo laico
la elección de padrinos amerita grandes deliberaciones. Una vez decidido el
punto se comunica al interesado (o no, ya que más da) quien luego de una
resistencia menor acepta con honor la distinción de que ha sido objeto. Una vez
más, recurrimos a Joaquín Antonio Peñalosa.
La elección de compadres
es asunto de estado, se rastrea el horizonte con telescopio, se barajan
nombres, se hila muy delgado en la selección; porque a falta de padres,
padrinos. A veces se elige a miembros de la misma familia, que más vale lo malo
por conocido, con lo que se ahondan los lazos de sangre. A veces se eligen
personas sin afinidad genealógica para hacerlas en seguida parientes
voluntarios. En cualquier caso, los padrinos han de ser gente honorable, si
queda por ahí, y de ser posible, con nombradía social, bienes de fortuna y contactos
políticos. Sin perchas de donde asirse, ¿qué vida flotante le espera al
mexicano, sino la misma triste historia de su moneda?
Lo más seguro es
que acepten los invitados para compadres, previas excusas de indignidad.
¿Compadre yo? Aunque no sea la persona indicada, acepto el honor que usted me
hace. Un abrazo sella el compromiso y una copita, una tras otra, de las
primeras que un futuro feliz depara a los flamantes compadres.
Quizá mucho más
que las relaciones padrino-ahijado, sean especialmente intensas las relaciones
entre compadres, cuya cálida amistad va tejida de respeto y cariño, traducida
en favores, obsequios y meriendas, tal como si hubiera surgido un mandamiento
nuevo: "Amarás al compadre sobre todas las cosas y a la comadre como a ti
mismo" .
Por supuesto que no podía faltar la
chacota manifiesta en el dicho popular: “compadre que a la comadre no le anda
por las caderas, no es compadre de a deveras”.
En la vida política las relaciones de
compadrazgo también cuentan con una larga historia y pueden caer en situaciones
casi –o sin el casi- delictuosas. Hubo gobernantes que destacaron en este
rubro. Enrique Fernández Ledesma refiere uno de estos casos.
Era Santa Anna
aficionado a los compadrazgos. Le encantaban las alianzas de este género
no sólo con gente de campanillas sociales, sino hasta con pobres diablos que,
en un apuro económico y no sabiendo cómo bautizar al hijo, tenían la audacia de
acudir, por medio de los pomposos memoriales de la época, a la muy magnífica
y paternal generosidad de Su Excelencia... El Dictador contestaba siempre
que sería el padrino de la criatura. Y esto daba pie para que el bateo se celebrase
con derroches y excesos -a menudo no muy propios de un bautizo- en algún patio
o saleta de los barrios bajos.
Pero también el héroe
de Tampico gustaba de hacer aproximaciones y de anudar vínculos en las altas
esferas. (…)
Su
Alteza era compadre de las más encumbradas señoras de aquellos tiempos.
Compadre, ¿de qué?... De matrimonio, de bautizo, de confirmación, del estreno
de un jardín, de la apertura de un camino, de la bendición de un carruaje o de
la partición de una torta de Reyes...
A esta situación de favorecer exclusivamente
a los compadres aludió el general Lázaro Cárdenas: “Señores, la justicia hay que defenderla más
allá del huerto de mi compadre.” Los ejemplos contemporáneos de favoritismos
del compadrazgo sobran; Sara Sefchovich se refiere a uno de ellos.
(...) cuando el
gobernador de Nayarit pudo hacerlo, colocó a sus amigos y compadres en puestos
públicos y cínicamente dijo “que ninguno de los señalados era familiar directo”
y agregó “tengo entendido que los compadres de un gobernador no tienen
impedimento alguno para desempeñar un cargo público” [octubre 2002]. ¡Con razón
el premio Nobel de Economía Gary Becker dice que el nuestro es un “capitalismo
de compadres”!
Hay políticos que son tan generosos
que reparten prebendas no sólo entre sus compadres sino entre todos sus amigos
(no sea cosa de hacer odiosas distinciones). Alfonso Zárate cita un caso que no
tiene desperdicio.
La política, dicen unos, se
hace con los amigos. Hace muchos años escuché a El Colorado Sánchez Mireles soltar la frase: “A mí me acusan de que
cuando dirigí el ISSSTE beneficié a mis amigos. ¿Pos qué querían?, ¿que
beneficiara a mis enemigos?”. El sofisma es evidente. Vale repetir la frase:
“Es más fácil convertir en amigo a un funcionario honesto, capaz y patriota,
que convertir a un amigo en funcionario honesto, capaz y patriota”.
Así las cosas no cabe duda que el
compadrazgo ocupa un lugar muy importante en la dinámica social. Nuevamente es Joaquín
Antonio Peñalosa quien aclara el punto.
Gracias a estas
relaciones institucionalizadas, el compadrazgo en México ha sido una fuerza
integradora de la sociedad, puesto que al ensanchar el círculo familiar,
establece toda una red de vasos comunicantes entre diversos grupos que se
solidarizan para siempre; se multiplican las relaciones religiosas, sociales y económicas;
y las camarillas políticas se refuerzan y perpetúan disfrazando un peligroso
nepotismo en un sutil juego de compadres.
En este estado de cosas, ¡pobre de
aquél que esté huérfano de padrinos!
El padrinazgo también se hace presente
en las organizaciones delictivas del hoy llamado crimen organizado (¡vaya
expresión!). El Padrino en la mafia (figura identificada con Marlon Brando por
su brillante papel protagónico en la película así titulada) adquiere una
relación muy estrecha con cada uno de sus subordinados y en este caso el
vínculo está caracterizado por un concepto muy peculiar de lealtad.
En fin, el camino es muy largo entre
el ayer y el hoy en este tema del padrinazgo.
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