jueves, 12 de septiembre de 2013

El ángel de las piernas torcidas


Haber sido contemporáneo de Pelé pudo opacar parcialmente su trayectoria sin embargo, por extraordinario que fuese o Rei, no se ha inventado aún la sombra que pudiera ocultar a Garrincha.

Sus orígenes, al igual que el de tantos futbolistas, no fueron fáciles. Al respecto comenta Eduardo Galeano “Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al fútbol, los médicos le hicieron la cruz: diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomielitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado.” Y sin embargo –siempre de acuerdo a lo que sostiene Galeano- el genio se impuso a los muchos diagnósticos. “Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58, fue el mejor en su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato.”

El célebre poeta y músico Vinicius de Moraes, gran aficionado al fútbol, como la totalidad de sus paisanos sufría cuando las cosas se complicaban. “Mi Seleccionadito de Oro de la Copa del Mundo de 1962, yo les suplico que no jueguen más fútbol internacional porque mi pobre corazón no aguanta tanto sufrimiento (…) no me hagan más aquello del primer tiempo con España porque si no va a haber un poeta menos en el mundo (…)” Y es que en aquel partido entre España y Brasil las cosas se complicaron hasta que llegó la inspiración de Garrincha acerca de quien decía Vinicius “elogio a la santa naturaleza por haberle dado aquellas piernas chuecas con las que puso a España entre paréntesis”. A él dedicó un poema.

A un pase de Didí, Garrincha avanza
Pegado el cuero al pie, mirar atento
Dribla a uno, a dos, después descansa
Calculando el pase más perfecto.


Tiene un presentimiento: allá se lanza
Más rápido que el propio pensamiento
Dribla a uno más, a dos; la globa danza
Feliz entre sus pies -¡un pie de viento!


De repente la multitud contrita
En un acto de muerte se alza y grita
Al unísono un canto de esperanza.


Garrincha, el ángel, oye, espera: ¡Goooool!
Es pura imagen: la “G” tira uno “O”
Que entra al arco, una “L”. ¡Es pura danza!

Quien quiera ver la obra de arte del futbolista en que se inspiró el poeta, puede asomarse a aquella jugada que quedara registrada para la historia. http://www.youtube.com/watch?v=iRvlc-JUcwQ

Y fue así que quien parecía condenado a la tristeza se convirtió en motivo de alegría y celebración para sus compatriotas. Prosigue Eduardo Galeano

(…) él fue el hombre que dio más alegría en toda la historia del fútbol.
Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo; la pelota, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente: él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. En el camino, los rivales se chocaban entre sí, se enredaban las piernas, se mareaban, caían sentados. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro: criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba por un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él: el botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones, escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna mujer que quería ser besada.

Pero esta historia, como muchas otras, no tiene final feliz. A ello se refiere Galeano. “¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo. (…) Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo.” Se cuenta que al final de su vida, en oportunidad de ganarse el sustento cuidando carros en las proximidades del estadio de Maracaná se reencontró con un periodista que al reconocerlo afirmó: “Pero Garrincha, ¡usted ya no es usted!”

Sin embargo, y más allá de todas las adversidades, Garrincha continuará siendo siempre –como lo llamara Vinicius- “el ángel de las piernas torcidas”.

No hay comentarios: