La temporada de lluvias es esperada con emoción luego de los muchos meses
de sequía y cuando a las tierras ya les urge un poco de agua. Sucede que a veces
las lluvias son excesivas y cuando el agua es demasiada los daños son de
consideración.
Cuenta Álvaro Cunqueiro acerca de la existencia entre los gaélicos de
algunas prácticas que procuraban detener las lluvias.
Lady Augusta Gregory se ha referido una vez a ciertas
prácticas mágicas de los gaélicos antiguos contra la lluvia. Algunas de las
cuales exigen que previamente se identifique un culpable, que lo había, del
temporal pluvioso. En tiempos de las persecuciones de los paganos contra los
primeros cristianos, éstos eran acusados de los chaparrones y las inundaciones.
Se refiere a ello Tertuliano, citando aquello de pluvia cadet, causa christiani sunt. Llueve, la culpa es de los
cristianos. Y en seguida venía la degollina. Esto de los mártires y la
meteorología está sin estudiar.
Añade Cunqueiro que por aquellos entonces la abundancia de agua era vinculada
a la melancolía, a la añoranza, por lo que el antídoto era la sonrisa que
alejara la nostalgia.
(…) identificado el culpable de las grandes lluvias en la
isla de San Patricio, se averiguaba por qué era pluvioso. Fagha Fiona, por
ejemplo, producía nieblas y grandes lluvias cuando se ponía melancólico y
añoraba los años pasados en Ceash como paje de la hermosa Guendola. Comenzaba
la cenicienta neblina por envolverlo a él, espumilla de la memoria de los
alegres días, y después envolvía su reino y finalmente toda la isla y el gran
mar. (…)
Y volviendo a Fagha Fiona, hubo que convencerlo de que
hiciese un viaje a Ceash, donde todavía vivía Guendola, sentada en la solana,
enrollando hojas de menta seca y diciendo adiós con un pañuelo rojo a los
viajeros. Guendola era ya una anciana, el pelo blanco, pero conservaba toda la
dentadura y aún tenía los labios frescos y colorados. Fagha no se atrevió a
acercarse a ella, porque vestía un traje viejo y mendado, pero le habló desde
detrás de la cerca que hacían al jardín de la dama los varales en los que se
enredaba el lúpulo. Recordaron ambos veranos pasados y Guendola sonrió. Desde
entonces Fagha dejó de ser pluvioso y cada vez que recordaba los días de Ceash
recordaba la sonrisa de Guendola, y entonces, aunque fuese en el medio del
cruel invierno, se abría sobre el mundo una hermosa hora de dulce sol.
Concluye Álvaro Cunqueiro en la necesidad apremiante de luchar contra la
tristeza para lograr detener a las aguas.
Actualizando el pensamiento de aquellos magos célticos,
siempre además poetas en voz alta y arpistas estrepitosos, se podría afirmar
que una concentración en un punto determinado de media docena de tristes y
angustiados puede producir un día de intensa lluvia. Probablemente si encima
son literatos, las lluvias serán más fuertes. Habría que buscarles a los
tristes memorias alegres para que cesasen las lluvias.
Para como están las cosas es posible que esta temporada de lluvias tan
abundantes esté vinculada a la tristeza que nos habita por estos días.
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