martes, 15 de octubre de 2013

Los menjurjes de la belleza


Con frecuencia se incurre en el error de considerar que la preocupación por la apariencia física así como el despliegue de recursos para corregir lo arreglable, es un monopolio de nuestro tiempo. Nada más lejos de la realidad y para muestra basta con citar unas décimas populares de 1836, que expresan los prejuicios de la época y fueron publicadas en Almanaque espejo del siglo XIX:

                        El carmín, el panecillo
                        y el albayalde francés,
                        de todo esto el compuesto es
                        con que a la cara dan brillo;
                        con agua de moncillo
                        y tízar en pobres cazos
                        se blanquean el pecho y brazos
                        estas lindas cananeas;
                        ahora sí ya no hay atrasos,
                        ya se acabaron las feas.

                        El cosmético también
                        tiene su lugar aquí,
                        la pomada, el pacholí
                        y el espejo en que se ven;
                        se tiñen las cejas bien
                        y si el pelo está canoso
                        lo ponen negro y lustroso
                        con todas estas cositas,
                        pues con trabajo afanoso
                        ahora todas son bonitas.

                        Si la calvicie aparece,
                        la peluca luego luego,
                        que hace aparecer de nuevo
                        la juventud que apetece;
                        si de los dientes carece
                        se planta una dentadura
                        y así con esta postura
                        se cubre las encías lisas,
                        con que gozan de hermosura
                        las prietas y cacarizas.

                        Si nalgas no tiene alguna,
                        se pone unas de salvado
                        y de lana el pecho y piernas
                        o algodón escarmenado;
                        y así con tanto agregado,
                        su crinolina de armón,
                        sus botines de tacón,
                        a fuerza se ven bonitas
                        y aunque sean del cascarón
                        se miran hoy exquisitas.

                          
Como no podía ser de otra manera la acción de estos productos y aditamentos provoca transformaciones de consideración en la apariencia personal; así como por el contrario, comenta José F. Elizondo en nota del 27 de febrero de 1938, también son de tener en cuenta los efectos que produce su ausencia.

                        Una muchacha coqueta
                        fue a un baile de fantasía
                        disfrazada de “Discreta”;
                        y en qué forma cambiaría
                        que no llevaba careta
                        ¡y nadie la conocía!

                        ¡Oh las niñas de hoy en día!


Es posible observar la existencia de diversos disfraces y Jorge Ibargüengoitia hace alusión a uno de ellos.

En materia de disfraces, las mujeres son habilísimas. Yo conozco una que se disfraza de guapa. Se pone una pasta especial que le cubre los granos y los agujeros que tiene en la piel, se dibuja cejas por donde no las tiene, se arranca los pelos del bigote, se tiñe el cabello cada tercer día y de diferentes colores, cruza la pierna, cierra la boca para que no se le caiga la dentadura y uno se tarda más de veinte minutos en darse cuenta de que es horrible.

Por su parte María Luisa -la China- Mendoza da cuenta de la estrategia empleada por Ausencia Bautista para mantenerse joven y bonita.

Ser mujer es, en verdad y no lo neguéis, dedicar toda una vida a untarse cosas por todos lados. (…)
Conocí a una mujer que nunca envejeció porque se bañaba en nieve del Ixtaccihúatl. Se llamaba Ausencia Bautista, y sus novios se murieron de chirruscos y ella, como si nada: sufría horrores porque ¡claro! la pretendían los nietos de sus primero flirts… ¡un abochornamiento!
Ausencia usaba agua de abisinia Luque “producto consagrado por el público en largos años de uso como el mejor tiente conocido para volver los cabellos a su primitivo color” (así, todo sin comas, en una revista de la época). Usaba Izod’s que era un corsé inglés de venta en el 30 Milk Street, London, confeccionado por nuevo y especial procedimiento científico. Usaba la Creme Sirene que quitaba los anuncios de la vejez porque “en el tarro se encierra toda la juventud de la vida”. Ausencia se atragantaba de las Violetas Rusas de Quentin, que eran plateadas y nomás consistían en chupetearlas tout le jour para conservar el aliento de una flor y no la bocanada de un dragón.

Al considerar los modelos de belleza femenina actuales y confrontarlos con los del pasado, la distancia entre unos y otros es abismal por lo que se afirma que mujeres que a fines del siglo XIX o comienzos del XX fueron consideradas verdaderas beldades, hoy tendrían que someterse a tratamiento para reducir su notorio sobrepeso.

Dado el dinamismo de los modelos imperantes no está de más preguntarse cuáles serán las medidas corporales perseguidas por las mujeres de finales de este siglo que aún está en sus primeros tramos.

No hay comentarios: