No cabe duda que la gran prueba de amor está dada por el roce, la rutina, la
permanencia, la cotidianidad. Quienes resisten y salen fortalecidos de tales
vicisitudes, son amores de buena madera que no se dan al por mayor.
Es así que algunos autores han descubierto las enormes ventajas que tiene
la distancia que separa a los amantes para la permanencia del vínculo; Aldoux
Huxley aborda esta cuestión.
(…) la presencia física del ser amado puede ser, en
alguna medida, una desventaja para el amor. El ser de carne y hueso eclipsa,
digámoslo así, al radiante ideal concebido por la imaginación; la imagen
fantaseada del amado que los amantes tan asiduamente decoran con los colores
más brillantes a su disposición, y que es el verdadero objeto de su pasión.
Sentado a solas en su mesa de trabajo, el amante puede
contemplar la imagen idealizada del ser amado sin ser distraído por las
irrelevantes imperfecciones de su realidad física.
En esta misma línea hay quienes han observado que los grandes amores de la
historia lo han sido precisamente por su imposibilidad para concretarlos. A
ello se refiere Manuel Vicent.
(...) el amor siempre nace de una impotencia. Todos
los grandes creadores que han escrito sobre el amor son gente que no lo han
conocido. El ejemplo clásico y manido es el de Dante y Beatriz. Dante no
consiguió nunca hablar con Beatriz. Si hubiera conseguido hablar con ella, y no
digamos si se hubieran casado, se habría acabado todo, incluida La Divina Comedia.
Dante, que veía pasar a esa adolescente, casi una niña, se encontró con Beatriz
por primera vez cuando ella tenía 8 años y él 15, y ni siquiera hablaron.
Después la ve pasar hacia la misa en una capilla de Florencia. Más tarde la ve,
ya casada y, por último, se produce ese juego de miradas en la iglesia. Es
precisamente esa dificultad la que crea el amor.
Por su parte Edmundo González Llaca sostiene que el
amor apasionado de Romeo y Julieta tuvo mucho que ver con la brevedad de sus
vidas.
Sin
tener mayor idea de sicología creo que en Romeo, como todo aquel que llega al
martirio por amor, hay una personalidad romántica y escéptica. El amor, y más
aún el apasionado, dura muy poco, y no hay camino más seguro para preservar su
idealización que morir rápidamente.
Romeo,
quizá, estaba consciente de que la rutina con sus dientes húmedos y terribles
acabaría con la flama brillante y espectacular de la pasión y dejaría los leños
pálidos de la vida. Esto era demasiado para él. Mejor morir en la cumbre
sagrada de la muerte, que esperar a que Julieta engordara y un día de tantos se
quejara de lo mucho que había subido el espagueti en Verona.
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