jueves, 14 de noviembre de 2013

Fichados por la publicidad

Vivimos tiempos complicados para la intimidad dado que es virtualmente imposible –literalmente hablando- mantener la discreción en lo que hace a nuestras vidas. El tema del espionaje entre países se lleva todos los créditos pero no es conveniente olvidar la vigilancia con que la publicidad doblega nuestro derecho a reservar información propia. Y es así que todos formamos parte de un sinfín de listas, nóminas, bases de datos, etc. A este respecto señala Homero Alsina Thevenet
En la práctica, las sociedades tienden a fichar al individuo cada vez que éste hace su declaración para el censo o para el impuesto, cada vez que abre una cuenta bancaria o que pide un crédito, cada vez que compra una casa o un automóvil. Después los datos fichados se intercambian entre empresas, lo cual explica que el suscriptor a una revista reciba ofertas para suscribirse a otras. Las aplicaciones políticas de esas listas pueden ser temibles. Como lo cita (Arthur R.) Miller en ese libro (Assault on Privacy), "Solamente los ermitaños pueden evitar ser incluidos en listas, pero en ese caso probablemente ingresarán a la lista de ermitaños que haga alguien".

Las listas que uno integra son dinámicas y van cambiando con la edad. Prueba de ello es que hace algún tiempo recibía en mi dirección electrónica propaganda no solicitada de autos modernos, viajes a lugares exóticos, equipos deportivos, tarjetas de crédito y condominios en la riviera maya.

De unos años a esta parte el cambio fue notorio cuando comenzaron a llegar ofertas en planes de seguro de retiro, viagra con un 30% de descuento y residencias especializadas en el cuidado de adultos mayores (sic). Lo que me preocupó más aun fueron los anuncios que respondían a necesidades personales más específicas: pelucas, implante de cabello, reuniones de fin de semana para conocer mujeres de más de cincuenta que andan en búsqueda de un señor maduro porque “también” quieren rehacer su vida. ¡Ah, caray! Confieso que hago lo posible por evitarlo pero a veces me gana la paranoia y empiezo a desconfiar de personas muy cercanas que me están traicionando al pasar información personal al gran hermano publicitario.

Ayer en la mañana pensaba que mi siguiente escala en esto de la publicidad no solicitada sería recibir ofrecimientos de previsión en servicios fúnebres... Parece que fue telepático: parece que me identificaron como nicho de mercado y en la tarde allí estaba la invitación que ponía énfasis en evitarle problemas a mi familia que de esa manera guardaría un buen recuerdo de mí. Por tanto debería estar agradecido ante la amabilidad de quienes se preocupan por mí al ofrecerme un excelente servicio mortuorio, digno de personas de mi categoría.

1 comentario:

Pancho Bustamante dijo...

Me descubriste, soy yo el que vende tus datos por treinta monedas que me vienen muy bien para poder pagar mis vicios de hombre feliz, saludable y esperanzado como todos
saben que soy. Les dije: el Lic. anda de plafón bajo, bastante arrugado ante los empujes de la vida, mustio, tristón y con el ánimo arrastrándose por los pies. Es la hora ideal de mandarle promociones para aprovechar la ultratumba, este 2 de noviembre tírenle con artillería pesada que estoy seguro que compra todo.

A fuer de honesto y sincero, me parece fantástico que exista una empresa encargada de disponer de tus maltrechos despojos mortales una vez que hayas exhalado el último suspiro (oliendo a Terma) y nos exima de esa ingrata tarea a nosotros tus cuates, más vigorosos, más flacos, menos panzones, más peludos, con más dientes, y sobre todo, mucho más potentes sexuales que vos. Ellos te llevan para donde tu última voluntad lo haya dispuesto. Por favor, no me vengas con que tiremos tus cenizas en las turbulentas aguas del Arroyo Alférez en una postrer fonoeléctrica porque es de mal gusto. Pensá que allí nos bañamos, hacemos tiro al blanco, pescamos y nos divertimos todos los diciembres. A lo sumo, podemos aceptar tirarlas en la escalinata de la Biblioteca Nacional que nos queda cerca a todos.

Pancho, en nombre de toda la barra de los Muchachos de Antes (cada vez más antes) y ahora me voy a demostrar que no soy un robot, que cosa más raras se te ocurre poner en tu blog. ¡Ojalá fuera un robot, así no tendría esos problemas de indolencia que me hacen estar escribiendo respuestas a tus Habladurías en vez de estar redactando el programa del seminario que voy a dar el semestre próximo!