jueves, 21 de noviembre de 2013

La torre Eiffel


Ir a París y no sacarse una foto junto a la torre Eiffel es como no haber estado en París. Al igual que la catedral de Notre Dame y el museo del Louvre, constituye uno de los más característicos emblemas de la ciudad luz.

Gregorio Doval proporciona una serie de pormenores de su construcción así como especificaciones en cuanto a su estructura.

El 31 de marzo de 1889, la construcción de la torre Eiffel se dio por acabada. La torre fue levantada cerca del Campo de Marte en veintiséis meses por un equipo permanente de sesenta obreros, siguiendo las indicaciones de los 5.300 planos elaborados por el equipo de ingenieros. Su altura inicial fue de 312,27 metros, aunque con la antena que posteriormente se añadió a su cúspide alcanzó los 320,75. Esta altura varía, de acuerdo con la temperatura y las condiciones ambientales, hasta en 18 centímetros. Su peso total es de 10.000 toneladas, 7.300 de las cuales pertenecen a su esqueleto metálico, lo que para sus dimensiones supone una estructura sumamente ligera (se ha calculado que, si se redujera a una escala 1:1.000, tendría 30 centímetros de altura y pesaría 7 gramos). Por centímetro cuadrado, la torre sólo ejerce una presión de 4,5 kilos sobre sus cimientos. La acción del viento hace que su cúspide metálica oscile en un arco de hasta 6 o 7 cm. Los pilares están orientados a los cuatro puntos cardinales y se inscriben en un cuadrado de 125 metros de lado. En total, la torre tiene 1.792 escalones y contiene 1.050.846 remaches metálicos. En 1980, la torre fue aligerada en 1.343 toneladas de peso, mediante recortes practicados en el suelo del primer piso, puesto que había engordado aproximadamente esos mismos kilos a causa de la batería de antenas y de los ascensores incorporados al diseño original.

 
Su construcción originó reacciones encontradas entre defensores y detractores por lo que a lo largo de su historia despertó controversia respecto a su valor artístico. Una nota de prensa da cuenta de las resistencias que en su momento provocó.

El 14 de febrero de 1887 apareció en le Temps una “Protesta de los artistas”, dirigida al director de los trabajos de la Exposición Universal, el Sr. Alphand. Las mayores figuras del mundo de las letras, de la música y de la pintura manifestaban su indignación ante el proyecto de Gustave Eiffel. Alexandre Dumas hijo, Francois Coppée e incluso Charles Gounod, denunciaban: “una torre vertiginosamente ridícula (...) que con su bárbara masa aplastará a todos nuestros humillados monumentos, todas nuestras arquitecturas empequeñecidas desaparecerán en este pasmoso sueño”. En otros lugres, la crítica adquiría pronto el cariz de un catálogo de insultos. Para Leon Bloy, la torre era “un candelabro verdaderamente trágico”; para Huysmans, un “supositorio lleno de hoyos”; para Verlaine, un “esqueleto de atalaya”. Guy de Maupassant hablaba de “un formidable monumento de Cíclopes que culmina en un ridículo y delgado perfil de chimenea de fábrica”...

                                              
Este último escritor al perder las esperanzas en la efectividad que pudieran lograr las protestas colectivas, decidió asumir una actitud de resistencia personal, tal lo narrado por Edward Said.
 
Se dice que poco después de construida la torre Eiffel -para la Exposición Universal en París, en la segunda mitad del siglo XIX-, el célebre escritor Guy de Maupassant solía andar por toda la ciudad quejándose de lo mucho que le desagradaba la gran estructura. Sin embargo, invariablemente iba a comer al restaurante de la torre todos los días. Cuando alguien le hizo notar esa conducta paradójica, Maupassant respondió sin inmutarse: "Voy ahí porque es el único lugar en todo París desde el que no se ve, y ni siquiera se percibe, la torre".

 
En un mundo tan pragmático como el que habitamos no han faltado impugnadores por su falta de utilidad. Sin embargo, de acuerdo a los cálculos de Pierre Sansot, ha servido como instrumento de medida. “Gracias a nuestra constitución física, el conjunto de Francia produce diariamente ocho millones cuatrocientos mil kilos de excrementos, es decir, más o menos el peso de la torre Eiffel.”

                                                                      
Aunque pensándolo bien, estimaciones como la precedente dejan la duda de si en realidad no se trata de una (poco) sutil crítica a tan famosa estructura...

No hay comentarios: