Un título no es garantía, tan solo el punto de partida que permite
ofrecer a un profesional o técnico el privilegio de la duda acerca de sus
competencias en relación a determinado campo del conocimiento. Ello –y es lo más importante- deberá ser
refrendado por los resultados obtenidos a lo largo de su práctica. Hasta no
hace mucho el título fue considerado como el final de un camino; para hoy las
cosas han cambiado dada la velocidad en la caducidad del conocimiento, lo que
exige estar en formación permanente.
Hacerse de un título no es garantía para conseguir trabajo pero en
ocasiones no deja de ser una ventaja por sobre aquellos que no lo tienen. De allí
la relevancia que adquiere y que se manifiesta de diversas maneras según el
entorno. Hay familias con largo historial de títulos por lo que uno nuevo es una
alegría, pero no constituye una sorpresa. Hay otras en que el título del hijo
es el primero que se obtiene, lo que equivale a un acontecimiento de grandes dimensiones.
Una manifestación de ello se puede observar en la puerta de la Dirección
General de Profesiones de la Av. Insurgentes: en el primer caso viene el
flamante profesional a retirar el título, en el segundo lo hace acompañado de
buena parte de la familia y sus caras reflejan una mezcla de solemnidad y de
alegría. En uno y otro caso el título evidencia el esfuerzo realizado a lo
largo de años.
Muy lejos de lo anterior está el caso de quienes aspiran al título sin
haber realizado los estudios pertinentes. Ello ha dado lugar al surgimiento, desde
hace mucho tiempo, de un verdadero mercado de falsos que ha ido cambiando de
estrategias con el paso del tiempo. Cada tanto la prensa da cuenta que las
autoridades lograron detener a un grupo de (ir)responsables dedicados a este
negocio. Tal es el caso del artículo de María de la Luz González publicado en El Universal del 25 de julio de 2010.
Títulos de médico, en oferta por Internet.
(…) Una red de falsificadores de
certificados de estudios y títulos profesionales, que fue denunciada y
perseguida penalmente desde hace seis años, ha sobrevivido y crecido gracias a
internet. Su más reciente oferta es el Examen Nacional de Aspirantes a
Residencias Médicas (ENARM) 2010.
Entre los documentos “originales” y
“apócrifos” que ofrecen en venta hay desde licenciaturas incluida medicina, con
un costo de 68 mil pesos, universidades y de la generación que sea, a precios
que van de los 12 mil a los 45 mil pesos, respaldados con historial académico,
certificado de estudios y cédula profesional. El ENARM vale 75 mil pesos.
Los vendedores, que dicen ser docentes de
diferentes instituciones educativas, explican que los títulos “oficiales y
originales” se entregan en un plazo de tres a seis meses, aunque también
manejan “apócrifos”, que “ojo, sólo te sirven para conseguir trabajo; ‘ifes’
(credenciales de elector), cédulas, licencias para conducir y actas de
nacimiento”.
Ofrecen además “un descuento sustancial en
el trámite” para quienes ya cursaron parcialmente una carrera.
Sin embargo, el 19 de julio fue detenido en
Puebla José Báez Jiménez, guardia de seguridad interna de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla (BUAP), cuando cerraba un trato de venta de certificados
expedidos por esa institución. Se le incautó un formato de título profesional
de la licenciatura de ingeniería en sistemas computacionales con logotipos de
esa escuela.
Entre 2002 y 2006 la SEP presentó ante la Procuraduría General
de la República
2 mil 10 denuncias por falsificación de certificados y títulos profesionales,
mientras que la UNAM
detectó mil 53 documentos apócrifos e hizo las denuncias correspondientes.
Y uno queda un poco atemorizado con noticias de este tipo. No me queda
más que tener confianza en cuanto a que los profesionales a quienes recurro con
frecuencia (¡en particular médicos y odontólogos!) hayan obtenido sus títulos
en justa lid.
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