martes, 11 de marzo de 2014

El modelo de negocios de Tocumbo


Se posesionaron del mercado de las paletas desde mucho antes que se inventara el concepto de franquicia. Difícil saber cuántos establecimientos existen con esta denominación; Sam Quinones hace un cálculo al respecto. “Nadie sabe cuántas paleterías La Michoacana hay en la nación. Algunos calculan alrededor de diez mil. Un estudio estimó que había entre ocho y quince mil. Casi todas las plazas de todos los pueblos de México tienen por lo menos una Michoacana.”  Quinones localiza el origen del negocio.


La historia de cómo sucedió eso es una de las grandes aventuras épicas de los negocios modernos mexicanos. (...)
La gente de Tocumbo fundó y expandió la paletería “La Michoacana”. La Michoacana se convirtió en un modelo de negocio; una mezcla entre una franquicia y un negocio familiar sin ser técnicamente ninguno de los dos. Construida con base en dos grandes ventajas comparativas mexicanas (fruta barata y deliciosa y trabajo duro) el modelo de La Michoacana demostró ser lo suficientemente adaptable como para permitir a rancheros analfabetas competir con compañías de helados transnacionales y hacerse ricos en el proceso.
 
La bonanza del emprendimiento permitió que la migración de Tocumbo fuera muy diferente a la del resto de la región; continúa Quinones

 
En el norte de Michoacán, donde la economía depende del dólar, la inmigración es una tradición y la gente de cientos de pueblos pasa más tiempo en Estados Unidos que en México. Tocumbo es un lugar extraño. Es un pueblo donde prácticamente nadie trabaja en Estados Unidos. Cuando la gente de Tocumbo visita Estados Unidos, va como turista. Al igual que los pueblos de inmigrantes de cientos de kilómetros a la redonda, Tocumbo está vacío la mayor parte del año, pero al contrario de esos pueblos, su gente está distribuida por México (en Mérida, Monclova, Mazatlán) trabajando en paleterías.
 
Con el éxito económico no llegó el olvido de sus raíces sino que por el contrario –señala Quinones- contribuyeron a mejorar las condiciones de vida en su lugar de origen.
 

Tocumbo no se parece a ningún otro pueblo mexicano. (...) El pueblo tiene servicios con los que la mayoría de los pueblos mexicanos sólo pueden soñar. (...) En el centro del pueblo está la joya de la corona de Tocumbo: la iglesia del Sagrado Corazón, diseñada por Pedro Ramírez Vázquez, el mismo arquitecto que diseñó la basílica de Guadalupe en la ciudad de México y el Estadio Azteca, el estadio de futbol más grande del país.
El pequeño y aislado Tocumbo es “el pueblo más rico de México”, dice Luis González y González.  (...)
Durante los setenta, conforme mejoró el nivel de vida de los paleteros, empezaron a invertir en su pueblo. En esos años se renovó la plaza y se pavimentaron las primeras calles. Al igual que el financiamiento de sus paleterías, los tocumbeños mantuvieron sus proyectos de mejoría citadina entre ellos. Cada proyecto estaba auspiciado por donativos de paleteros, raramente con alguna ayuda gubernamental. La Feria de la Paleta surgió en 1987 como una manera de juntar dinero para la iglesia, que fue terminada en 1991.
 
Seguramente, y en contra de lo que sugieren muchos manuales de negocios, buena parte del florecimiento de tamaña empresa paletera estuvo en conservar su origen artesanal. Al respecto concluye Sam Quinones

 
Conforme se desarrollaba, la Michoacana se convirtió en la versión heladera de la artesanía mexicana. En la parte de atrás de cada tienda se hacían los helados. (...) Sin embargo, como eran rancheros muy independientes, cada quien manejaba su negocio a su manera. Entonces La Michoacana no se convirtió en una gran empresa. (...) Todo esto demostró ser la gran fuerza de La Michoacana. Su método de producción mantenía los costos más bajos del mercado. Hacer el helado y las paletas en el mismo lugar de venta y según se fueran necesitando aseguraba la frescura. Además La Michoacana no necesitaba flotas grandes y caras de camiones refrigeradores que llevaran la mercancía de una fábrica a lugares alejados. Así, los paleteros podían vender su producto a un precio mucho menor que el de las grandes corporaciones, adquiriendo así la lealtad del vasto mercado del helado de las clases trabajadoras, que valoraban el precio por encima de todo.
 
Y finalmente no es posible dejar de aludir a las muchas historias de amor que, a lo largo y ancho del país, tuvieron como punto de partida unas paletas de La Michoacana antes de ir a sentarse en un banco o de dar la vuelta a la plaza.

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