Cada cuatro años revive la pasión futbolística en ocasión
de celebrarse el Campeonato Mundial. Previo al inicio del torneo las apuestas se
inclinan hacia los grandes favoritos. Sin embargo siempre se presentan
sorpresas, resultados inesperados aún entre los más reconocidos comentaristas
deportivos.
Algo así sucedió con el equipo de Corea del Norte en el
Mundial de Inglaterra en 1966 y ello lo rememora Luciano Wernicke.
Corea del Norte -que hasta Sudáfrica
no volvió a jugar la fase final de una Copa- logró el segundo puesto en el
grupo 4 y la clasificación para cuartos de final gracias a un empate a uno con
Chile y un histórico triunfo sobre Italia 1-0,
con un gol conseguido por Doo Ik Pak, un menudo dentista del ejército.
La histórica victoria, que tuvo lugar el 19 de julio en el estadio Ayresome
Park de Middlesbrough, es considerada por muchos periodistas como la mayor
sorpresa de todos los mundiales. Los italianos, con figuras como Sandro Mazzola,
Gianni Rivera y Giacinto Facchetti, no le encontraron la vuelta a sus rivales
asiáticos que jugaron más de la mitad del encuentro con un hombre de más por la
lesión de Giacomo Bulgarelli a los 35 del primer tiempo. Todos los intentos
«azzurri» murieron en las manos de Li Chan Myong, el arquero más joven de la
historia de los mundiales de solamente 19 años. La clasificación coreana para
octavos de final sorprendió hasta a los mismísimos orientales, que habían
sacado prematuramente los pasajes para regresar a casa la noche del juego con
Italia. El imprevisto éxito obligó a la delegación asiática a trasladarse a
Liverpool para enfrentar a Portugal, y como allí no había ningún hotel disponible
para todos los deportistas y el cuerpo técnico, los coreanos terminaron
alojados en una iglesia protestante: la mayoría de los jugadores durmió la
noche previa al partido sobre los bancos del templo. El 23 de julio, en
Goodison Park, los orientales volvieron a asombrar al mundo al marcar tres
goles en solamente 25 minutos. Pero los lusitanos se recuperaron y, encabezados
por el delantero Eusebio, autor de cuatro goles, se impusieron finalmente 5 a 3.
Lo que más llamaba la atención en aquel conjunto coreano
era la increíble condición física de sus jugadores, que parecían incansables a
pesar del enorme despliegue físico que realizaban en el campo de juego. Los
quince minutos del descanso parecían rendirles mucho más que a los otros equipos
dado que sus jugadores regresaban al segundo tiempo como nuevos. Continúa
Wernicke
Poco hábiles con el balón, los
coreanos se caracterizaban por su notable rendimiento físico que les permitía
correr sin parar los noventa minutos. Tal vez por envidia, quizá por
ignorancia, el sorpresivo desempeño de los orientales fue puesto en tela de
juicio por gran parte de las delegaciones y periodistas de Europa y América que
llegaron al Reino Unido. El éxito deportivo caminó de la mano de un rumor, nunca
comprobado, que señalaba que los coreanos, aprovechándose de que su aspecto es
similar ante los ojos occidentales cambiaban casi todo el equipo durante el
entretiempo.
¿Sospechas infundadas desde el estereotipo que limitaba a
priori las capacidades de aquel conjunto no favorito? ¿Cambio de diez jugadores –todos menos el buen
portero- a mitad de partido aprovechando la dificultad para diferenciar a
aquellos jugadores?
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