jueves, 13 de marzo de 2014

Sospechas en el estadio


Cada cuatro años revive la pasión futbolística en ocasión de celebrarse el Campeonato Mundial. Previo al inicio del torneo las apuestas se inclinan hacia los grandes favoritos. Sin embargo siempre se presentan sorpresas, resultados inesperados aún entre los más reconocidos comentaristas deportivos.

 
Algo así sucedió con el equipo de Corea del Norte en el Mundial de Inglaterra en 1966 y ello lo rememora Luciano Wernicke.


Corea del Norte -que hasta Sudáfrica no volvió a jugar la fase final de una Copa- logró el segundo puesto en el grupo 4 y la clasificación para cuartos de final gracias a un empate a uno con Chile y un histórico triunfo sobre Italia 1-0,  con un gol conseguido por Doo Ik Pak, un menudo dentista del ejército. La histórica victoria, que tuvo lugar el 19 de julio en el estadio Ayresome Park de Middlesbrough, es considerada por muchos periodistas como la mayor sorpresa de todos los mundiales. Los italianos, con figuras como Sandro Mazzola, Gianni Rivera y Giacinto Facchetti, no le encontraron la vuelta a sus rivales asiáticos que jugaron más de la mitad del encuentro con un hombre de más por la lesión de Giacomo Bulgarelli a los 35 del primer tiempo. Todos los intentos «azzurri» murieron en las manos de Li Chan Myong, el arquero más joven de la historia de los mundiales de solamente 19 años. La clasificación coreana para octavos de final sorprendió hasta a los mismísimos orientales, que habían sacado prematuramente los pasajes para regresar a casa la noche del juego con Italia. El imprevisto éxito obligó a la delegación asiática a trasladarse a Liverpool para enfrentar a Portugal, y como allí no había ningún hotel disponible para todos los deportistas y el cuerpo técnico, los coreanos terminaron alojados en una iglesia protestante: la mayoría de los jugadores durmió la noche previa al partido sobre los bancos del templo. El 23 de julio, en Goodison Park, los orientales volvieron a asombrar al mundo al marcar tres goles en solamente 25 minutos. Pero los lusitanos se recuperaron y, encabezados por el delantero Eusebio, autor de cuatro goles, se impusieron finalmente 5 a 3.


Lo que más llamaba la atención en aquel conjunto coreano era la increíble condición física de sus jugadores, que parecían incansables a pesar del enorme despliegue físico que realizaban en el campo de juego. Los quince minutos del descanso parecían rendirles mucho más que a los otros equipos dado que sus jugadores regresaban al segundo tiempo como nuevos. Continúa Wernicke
 

Poco hábiles con el balón, los coreanos se caracterizaban por su notable rendimiento físico que les permitía correr sin parar los noventa minutos. Tal vez por envidia, quizá por ignorancia, el sorpresivo desempeño de los orientales fue puesto en tela de juicio por gran parte de las delegaciones y periodistas de Europa y América que llegaron al Reino Unido. El éxito deportivo caminó de la mano de un rumor, nunca comprobado, que señalaba que los coreanos, aprovechándose de que su aspecto es similar ante los ojos occidentales cambiaban casi todo el equipo durante el entretiempo.     

 
¿Sospechas infundadas desde el estereotipo que limitaba a priori las capacidades de aquel conjunto no favorito?  ¿Cambio de diez jugadores –todos menos el buen portero- a mitad de partido aprovechando la dificultad para diferenciar a aquellos jugadores?

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