martes, 30 de septiembre de 2014

¿Las ratas abandonan el barco?


Aceptando que esto admite variaciones en diversos lugares, existen animales que gozan con la simpatía del personal: caballos, perros, gatos, jirafas, tortugas, liebres, etc. pero también están aquellos que causan aversión: arañas, alacranes, víboras, ratas, entre otros. En algunos casos hay ambigüedad, como sucede con el burro al que si bien se le tiene en consideración y afecto se le cree incapaz de aprender.

El rechazo a las ratas (tanto por asco como por temor) es uno de los más generalizados y no es cuestión de quitarles responsabilidad en las calamidades de las que pueden ser directamente responsables. Pero al mismo tiempo hay que aceptar que se le hacen acusaciones muy discutibles. Ejemplo de ello es el dicho que afirma: “Cuando el barco se hunde las ratas abandonan el barco” (existen muchas variaciones sobre el mismo tema en cuanto a la manera de formularlo). El empleo de esta aseveración, con toda su carga negativa, se hace extensivo a aquellas personas que se retiran de un proyecto, empresa o programa cuando las cosas comienzan a andar mal. Es así que a las ratas que supuestamente huyen del barco se las percibe como traidoras, desleales o miedosas. Bergen Evans sostiene que según la sabiduría popular la principal actividad de las ratas consiste en abandonar los barcos que se hunden, por lo que se supone que cuentan con una “instintiva preconsciencia de la calamidad” que las conduce a buscar su propia seguridad en forma oportuna. Ahora bien me parece que, cuando menos moralmente, el tema (en lo que implica de juicio negativo) es discutible porque si el barco se está hundiendo lo mejor que se puede hacer es abandonarlo, intentando de esa manera preservar la vida y no permanecer en él en espera de una muerte inevitable.

Desconozco las experiencias concretas que hayan podido relatar los hombres de mar (que también se hayan salvado como ellas de algún naufragio) o bien los testigos costeños de tragedias marítimas primeros en difundir la reacción de las ratas ante un inminente y triste desenlace. Cierto o no, como afirma Evans, “sea lo que fuere lo que la rata zoológica pueda o no hacer, la rata metafórica abandonará siempre a su grupo y amigos en la hora del peligro”.

A Bergen Evans el tema le interesó por lo que profundizó en sus consideraciones al respecto procurando saber si el aserto contaba con bases reales.

Ciertas almas beneméritas piensan que cualquier creencia difundida debe “basarse en los hechos”, y han tratado de encontrar una explicación racional. Un viejo casco a punto de hundirse, han sugerido, probablemente hace tanta agua que las ratas son desalojadas de sus nidos en la sentina. Pero esto no sirve. La fantasía corriente no quiere una desdichada rata inundada, sino una rata clarividente y pérfida.
Hasta el ser humano más sesudo, presumiblemente abandonaría un barco que está yéndose a pique en el muelle, pero la rata proverbial abandona barcos aparentemente marineros, barcos destinados a un inesperado desastre, del cual no hay otro indicio que la fuga de la rata.

Pero Evans también abandonará su intento de llegar a puerto seguro ante la imposibilidad de confirmar científicamente el dicho popular.

Esta creencia (…) es un buen ejemplo del tipo de cosas que pueden afirmarse con confianza, porque no hay manera de que puedan ser desvirtuadas. Incontables barcos hundidos tendrían que ser llevados a la superficie, establecerse su integridad inicial y registrarse concienzudamente sus bodegas en busca de cadáveres de ratas, antes de que pudiera obtenerse algún dato en que fundar una refutación. Evidentemente, es del todo seguro seguir afirmando que “las ratas abandonan al barco que se hunde.”

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