Aceptando que esto admite variaciones en diversos lugares, existen animales
que gozan con la simpatía del personal: caballos, perros, gatos, jirafas,
tortugas, liebres, etc. pero también están aquellos que causan aversión:
arañas, alacranes, víboras, ratas, entre otros. En algunos casos hay ambigüedad,
como sucede con el burro al que si bien se le tiene en consideración y afecto
se le cree incapaz de aprender.
El rechazo a las ratas (tanto por asco como por temor) es uno de los más
generalizados y no es cuestión de quitarles responsabilidad en las calamidades
de las que pueden ser directamente responsables. Pero al mismo tiempo hay que
aceptar que se le hacen acusaciones muy discutibles. Ejemplo de ello es el
dicho que afirma: “Cuando el barco se hunde las ratas abandonan el barco”
(existen muchas variaciones sobre el mismo tema en cuanto a la manera de
formularlo). El empleo de esta aseveración, con toda su carga negativa, se hace
extensivo a aquellas personas que se retiran de un proyecto, empresa o programa
cuando las cosas comienzan a andar mal. Es así que a las ratas que supuestamente
huyen del barco se las percibe como traidoras, desleales o miedosas. Bergen
Evans sostiene que según la sabiduría popular la principal actividad de las
ratas consiste en abandonar los barcos que se hunden, por lo que se supone que
cuentan con una “instintiva preconsciencia de la calamidad” que las conduce a
buscar su propia seguridad en forma oportuna. Ahora bien me parece que, cuando
menos moralmente, el tema (en lo que implica de juicio negativo) es discutible
porque si el barco se está hundiendo lo mejor que se puede hacer es abandonarlo,
intentando de esa manera preservar la vida y no permanecer en él en espera de
una muerte inevitable.
Desconozco las experiencias concretas que hayan podido relatar los hombres
de mar (que también se hayan salvado como ellas de algún naufragio) o bien los
testigos costeños de tragedias marítimas primeros en difundir la reacción de
las ratas ante un inminente y triste desenlace. Cierto o no, como afirma Evans,
“sea lo que fuere lo que la rata zoológica pueda o no hacer, la rata metafórica
abandonará siempre a su grupo y amigos en la hora del peligro”.
A Bergen Evans el tema le interesó por lo que profundizó en sus
consideraciones al respecto procurando saber si el aserto contaba con bases
reales.
Ciertas almas beneméritas piensan que cualquier creencia difundida
debe “basarse en los hechos”, y han tratado de encontrar una explicación
racional. Un viejo casco a punto de hundirse, han sugerido, probablemente hace
tanta agua que las ratas son desalojadas de sus nidos en la sentina. Pero esto
no sirve. La fantasía corriente no quiere una desdichada rata inundada, sino
una rata clarividente y pérfida.
Hasta el ser humano más sesudo, presumiblemente
abandonaría un barco que está yéndose a pique en el muelle, pero la rata
proverbial abandona barcos aparentemente marineros, barcos destinados a un
inesperado desastre, del cual no hay otro indicio que la fuga de la rata.
Pero Evans también abandonará su intento de llegar a puerto seguro ante la
imposibilidad de confirmar científicamente el dicho popular.
Esta creencia (…) es un buen ejemplo del tipo de cosas
que pueden afirmarse con confianza, porque no hay manera de que puedan ser
desvirtuadas. Incontables barcos hundidos tendrían que ser llevados a la
superficie, establecerse su integridad inicial y registrarse concienzudamente
sus bodegas en busca de cadáveres de ratas, antes de que pudiera obtenerse
algún dato en que fundar una refutación. Evidentemente, es del todo seguro
seguir afirmando que “las ratas abandonan al barco que se hunde.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario