martes, 21 de octubre de 2014

Cosa juzgada


Hay ocasiones en que los sueños se toman dulce revancha frente a limitaciones propias de la realidad. Tal lo que sucedió –de acuerdo a lo narrado por Luis Melnik- al personaje de esta historia.

Archidice fue una cortesana egipcia, famosa por su belleza, admirada por sus capacidades amatorias, seductora hasta los desmayos. Muchos de los más encumbrados poderosos se habían rendido extasiados ante sus artes pasionales. Ponían a sus pies fortunas, famas y promesas con tal de dejarse envolver por sus tules eróticos. Uno de esos embelesados fue rechazado por Archidice pues al desventurado no le alcanzaban las alforjas para pagar el precio indispensable. Angustiado, sus pies rastrones lo llevaron de regreso a su casa y tras beberse unos fuertes tragos, cayó rendido en la cama.

Sabido es que nada es imposible en el mundo onírico por lo que aquel buen hombre –siempre siguiendo el relato de Melnik- pudo hacer realidad sus inquietantes deseos. “Quiso su destino que soñara y con sus ojos cerrados y la respiración ahogada, vino a su cama la bella y única. Su sueño fue maravilloso, pues entre las nubes de la noche, había obtenido los favores que no había podido pagar en carne.”

Pero al personaje de marras, tal como sucede muchas veces en la realidad, no le bastó su encuentro íntimo con una beldad de esa categoría sino que -y seguramente con lujo de detalles- lo comentó a sus amigos. Y aquello fue causa del problema según nos informa Luis Melnik. “Cuando la historia llegó a ser conocida por Archidice, llevó su caso a la Corte de Justicia, exigiendo el pago de sus servicios, pues ella era dueña de los derechos eróticos del sueño.” Aun por aquellos tiempos en que el tema de derechos de autor seguramente no alcanzaba la importancia que ha adquirido en la actualidad, el caso no resultó sencillo de dilucidar.

La Corte admitió su reclamo. Y durante muchas horas los sesudos doctos debieron discutir para acordar el pago reclamado. Finalmente, emitieron su fallo. Así como el cliente soñó que había obtenido los favores amorosos de la moza, Archidice debía ahora tomarse un descanso, irse a la camita sola y soñar que él le pagaba. Será justicia.

A falta de información lo demás es materia de conjetura: cabe imaginar que Archidice no quedó satisfecha con el veredicto y su compañero sentimental haya aprendido que conducirse con discreción ayuda a evitarse problemas.                   

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