Hay ocasiones en que los
sueños se toman dulce revancha frente a limitaciones propias de la realidad.
Tal lo que sucedió –de acuerdo a lo narrado por Luis Melnik- al personaje de
esta historia.
Archidice
fue una cortesana egipcia, famosa por su belleza, admirada por sus capacidades
amatorias, seductora hasta los desmayos. Muchos de los más encumbrados
poderosos se habían rendido extasiados ante sus artes pasionales. Ponían a sus
pies fortunas, famas y promesas con tal de dejarse envolver por sus tules
eróticos. Uno de esos embelesados fue rechazado por Archidice pues al
desventurado no le alcanzaban las alforjas para pagar el precio indispensable.
Angustiado, sus pies rastrones lo llevaron de regreso a su casa y tras beberse
unos fuertes tragos, cayó rendido en la cama.
Sabido es que nada es
imposible en el mundo onírico por lo que aquel buen hombre –siempre siguiendo
el relato de Melnik- pudo hacer realidad sus inquietantes deseos. “Quiso su
destino que soñara y con sus ojos cerrados y la respiración ahogada, vino a su
cama la bella y única. Su sueño fue maravilloso, pues entre las nubes de la noche,
había obtenido los favores que no había podido pagar en carne.”
Pero al personaje de marras,
tal como sucede muchas veces en la realidad, no le bastó su encuentro íntimo
con una beldad de esa categoría sino que -y seguramente con lujo de detalles-
lo comentó a sus amigos. Y aquello fue causa del problema según nos informa
Luis Melnik. “Cuando la historia llegó a ser conocida por Archidice, llevó su
caso a la Corte de Justicia, exigiendo el pago de sus servicios, pues ella era
dueña de los derechos eróticos del sueño.” Aun por aquellos tiempos en que el
tema de derechos de autor seguramente no alcanzaba la importancia que ha
adquirido en la actualidad, el caso no resultó sencillo de dilucidar.
La
Corte admitió su reclamo. Y durante muchas horas los sesudos doctos debieron
discutir para acordar el pago reclamado. Finalmente, emitieron su fallo. Así
como el cliente soñó que había obtenido los favores amorosos de la moza,
Archidice debía ahora tomarse un descanso, irse a la camita sola y soñar que él
le pagaba. Será justicia.
A falta de información lo
demás es materia de conjetura: cabe imaginar que Archidice no quedó satisfecha
con el veredicto y su compañero sentimental haya aprendido que conducirse con
discreción ayuda a evitarse problemas.
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