jueves, 30 de octubre de 2014

Vestidos para novias


No deja de ser curioso que el vestido de novia tradicional ha sobrevivido, si bien con transformaciones en su diseño, a los cambios de costumbres, ideas, modas, que caracterizan a la sociedad contemporánea. En el centro histórico de la ciudad de México es posible encontrar varios negocios de ese ramo, que exhiben diferentes modelos desde sus aparadores.


Sabido es que los días que van de Navidad a Año Nuevo, son muy especiales e indefinibles, una especie de no-tiempo que favorece a los vientos de nostalgia. En uno de esos días Germán Dehesa tuvo un encuentro con los vestidos de novias.
 

Éramos cuatro adultos y cuatro niños los que (un 27 de diciembre) en calidad de muégano llegamos al primer cuadro (de la ciudad de México). Yo, la verdad, iba de un humor más bien melancólico tirando a apocalíptico. He de reconocer, sin embargo, que el ambiente del centro y la buena compañía lograron que recuperara esa alegría que me caracterizaba cuando soltero. La verdad, la pasamos de primera. Recorrimos minuciosamente la calle de Palma visitando una por una las tiendas de vestidos para novias, primeras comuniones y lencería. Cada modelito era a la vez espeluznante, regocijante y enternecedor. Yo estaba totalmente perplejo tratando de imaginarme a las mujeres que son capaces de comprarse alguna de esas prendas y, sobre todo, a los hombres que se atreven a contraer nupcias con esos seres que irrumpen en sus vidas disfrazadas de candil francés.

 

El tema ha atraído a otros escritores, entre ellos José Joaquín Blanco quien comparte sus impresiones al respecto.

 

Los aparadores de las casas de novia ya no saben qué más inventar para el día de tu boda. Los vestidos de novia son más que flores, más que ángeles, más que pasteles de merengue.
Un sentimentalismo de repostería habla de olanes y tules y rasos y sedas y terciopelos y plumas y pañuelitos bordaditos y todo tipo de plásticos para hacer un arreglo floral monumental de la que entregará su flor, tan multiplicada y adornada y publicitada desde su atuendo de marcha nupcial. (…)
¿Es realmente vestirse lo que hace la novia o más bien se está envolviendo para regalo? (…)
El traje de novia es como una Fuente de Petróleos o un Monumento a la Raza de la pureza.


Hay ocasiones en que los vestidos de novia abandonan el primer cuadro de la ciudad y asisten en multitud a la Expo-Novia del WTC, en donde para algunas visitantes son objeto de admiración y elogio; para otras, de burla o descalificación. En tiempos en que lo más usual era que los matrimonios fueran para toda la vida, la novia guardaba su traje como un tesoro que le recordaría por siempre aquellos momentos, probablemente, tan felices. Desconozco si en la actualidad haya quienes mantengan esta costumbre aunque las uniones matrimoniales suelen ser más efímeras.
 

Sea como sea, y aun cuando no han faltado quienes desde hace años vienen anunciando su inminente desaparición, el vestido de novia es uno de esos tantos muertos que gozan de buena salud.  

 

No hay comentarios: