Hace algún tiempo en este
mismo espacio nos referimos a los todólogos (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2014/11/todologos.html),
suponiendo que su aparición es un fenómeno relativamente reciente. Sin embargo,
es necesario reconocer nuestro error. Recorriendo parte de la obra de Enrique
Jardiel Poncela encontramos las notas de una conferencia que pronunció en el
Liceo Francés, de Madrid, en la primavera de 1928, lo que nos permite constatar
que los sabelotodo ya se hacían notar por aquellos entonces.
El
hombre cree saberlo todo y lo discute todo. Si va a los toros, le da consejos
al torero: “¡Éntrale por la izquierda! ¡Espera a que se cuadre! ¡Sácale de las
tablas!” Y sale de la plaza convencido de que si se pone delante del toro, el
público habría pedido para él la oreja del empresario. Si asiste al boxeo, le
aconseja a su boxeador predilecto: “¡Atízale un gancho! ¡Ahora un directo!
¡Ahora trabájale el estómago!” Y al llegar el triunfo de su boxeador, exclama
satisfecho: “¡Vaya, hemos ganado!...”
Visto desde fuera todo es muy
sencillo y ello lleva a que Jardiel Poncela reaccione con vehemencia ante la
frase favorita del sabelotodo: “Eso también lo hago yo”.
Y en el
teatro, ante el trabajo de los actores, y cuando lee un libro, refiriéndose al
que lo escribió, y si presencia una comedia, o ve conducir, o asiste a unas
cucañas, o contempla el acto de lanzar una cometa, siempre, siempre, siempre,
el hombre tiene esta frase despectiva e irritante, que debía estar penada en el
Código: “Eso también lo hago yo. Me pongo yo a hacerlo y me sale mejor.”
Para este personaje –de
acuerdo a lo que afirma el mismo autor- no hay saber o área del conocimiento
que le esté vedada, por lo que si algún familiar cae enfermo es capaz de
sugerir al facultativo:
-¿No
cree usted que debía ponérsele alguna inyección? ¿No le vendría bien un régimen
de leguminosas? ¿Por qué no “probamos” con la hidroterapia?
Sin
prejuicio de que, al preguntarle lo que es la hidroterapia, conteste que una
cupletista francesa.
Deportes, medicina, plomería,
gastronomía, música, todo forma parte de su amplio campo de conocimientos; continúa
Enrique Jardiel Poncela
Y si
el fontanero va a arreglar las cañerías de su casa, el hombre le discute al
fontanero. Y al panadero le dice cómo debe fabricarse el pan. Y al ingeniero
cómo deben tenderse los ferrocarriles. Y al músico cómo deben escribirse las
partituras. Y en el restaurante grita: “¡Si yo me lanzo a hacer esta mayonesa,
me sale de rechupete!” Y en el tranvía: “¡Vaya una manera de arrancar! Ese
conductor no tiene idea de lo que hace.” Y para aquellos problemas que en
cuarenta siglos de civilización no han podido resolverse, cualquier hombre cree
haber dado con las soluciones a los tres segundos de meditación. Especializaos
en algo, y no tardaréis en encontrar a un hombre –limpio de aquella cuestión-
que os dirá cómo debéis proceder. Y si os emborracháis, y por culpa de la
borrachera armáis un escándalo, tampoco faltará un hombre que diga con
suficiencia:
-¡Claro!
No sabe beber…
Cuando
a vosotros os consta que el beber no necesita aprendizaje. Políticamente, todos
los hombres han gruñido alguna vez:
-Si yo
fuera Gobierno…
Y al
99 por 100 de ellos, si fueran Gobierno, habría que colgarles de un farol
recién pintado.
Ante tanta soberbia, Enrique
Jardiel Poncela replica en forma contundente: “El hombre, microbio
insignificante de la creación, se cree el eje del universo. Y su obsesión de
superioridad es tan grande, de tal modo está convencido de que puede dar
lecciones a los demás (…)”.
Da la impresión que en esta
materia, como en tantas otras, no hemos cambiado demasiado de 1928 a la fecha…
1 comentario:
Me recuerda una frase que leí en algún lado atribuída a Sócrates, alguno de sus famosos diálogos: El que sepa una verdad, que se la calle.
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