jueves, 9 de abril de 2015

Los sabelotodo


Hace algún tiempo en este mismo espacio nos referimos a los todólogos (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2014/11/todologos.html), suponiendo que su aparición es un fenómeno relativamente reciente. Sin embargo, es necesario reconocer nuestro error. Recorriendo parte de la obra de Enrique Jardiel Poncela encontramos las notas de una conferencia que pronunció en el Liceo Francés, de Madrid, en la primavera de 1928, lo que nos permite constatar que los sabelotodo ya se hacían notar por aquellos entonces.

El hombre cree saberlo todo y lo discute todo. Si va a los toros, le da consejos al torero: “¡Éntrale por la izquierda! ¡Espera a que se cuadre! ¡Sácale de las tablas!” Y sale de la plaza convencido de que si se pone delante del toro, el público habría pedido para él la oreja del empresario. Si asiste al boxeo, le aconseja a su boxeador predilecto: “¡Atízale un gancho! ¡Ahora un directo! ¡Ahora trabájale el estómago!” Y al llegar el triunfo de su boxeador, exclama satisfecho: “¡Vaya, hemos ganado!...”

Visto desde fuera todo es muy sencillo y ello lleva a que Jardiel Poncela reaccione con vehemencia ante la frase favorita del sabelotodo: “Eso también lo hago yo”.

Y en el teatro, ante el trabajo de los actores, y cuando lee un libro, refiriéndose al que lo escribió, y si presencia una comedia, o ve conducir, o asiste a unas cucañas, o contempla el acto de lanzar una cometa, siempre, siempre, siempre, el hombre tiene esta frase despectiva e irritante, que debía estar penada en el Código: “Eso también lo hago yo. Me pongo yo a hacerlo y me sale mejor.”

Para este personaje –de acuerdo a lo que afirma el mismo autor- no hay saber o área del conocimiento que le esté vedada, por lo que si algún familiar cae enfermo es capaz de sugerir al facultativo:

-¿No cree usted que debía ponérsele alguna inyección? ¿No le vendría bien un régimen de leguminosas? ¿Por qué no “probamos” con la hidroterapia?
Sin prejuicio de que, al preguntarle lo que es la hidroterapia, conteste que una cupletista francesa.

Deportes, medicina, plomería, gastronomía, música, todo forma parte de su amplio campo de conocimientos; continúa Enrique Jardiel Poncela

Y si el fontanero va a arreglar las cañerías de su casa, el hombre le discute al fontanero. Y al panadero le dice cómo debe fabricarse el pan. Y al ingeniero cómo deben tenderse los ferrocarriles. Y al músico cómo deben escribirse las partituras. Y en el restaurante grita: “¡Si yo me lanzo a hacer esta mayonesa, me sale de rechupete!” Y en el tranvía: “¡Vaya una manera de arrancar! Ese conductor no tiene idea de lo que hace.” Y para aquellos problemas que en cuarenta siglos de civilización no han podido resolverse, cualquier hombre cree haber dado con las soluciones a los tres segundos de meditación. Especializaos en algo, y no tardaréis en encontrar a un hombre –limpio de aquella cuestión- que os dirá cómo debéis proceder. Y si os emborracháis, y por culpa de la borrachera armáis un escándalo, tampoco faltará un hombre que diga con suficiencia:
-¡Claro! No sabe beber…
Cuando a vosotros os consta que el beber no necesita aprendizaje. Políticamente, todos los hombres han gruñido alguna vez:
-Si yo fuera Gobierno…
Y al 99 por 100 de ellos, si fueran Gobierno, habría que colgarles de un farol recién pintado.

Ante tanta soberbia, Enrique Jardiel Poncela replica en forma contundente: “El hombre, microbio insignificante de la creación, se cree el eje del universo. Y su obsesión de superioridad es tan grande, de tal modo está convencido de que puede dar lecciones a los demás (…)”.

Da la impresión que en esta materia, como en tantas otras, no hemos cambiado demasiado de 1928 a la fecha…

1 comentario:

Pancho Bustamante dijo...

Me recuerda una frase que leí en algún lado atribuída a Sócrates, alguno de sus famosos diálogos: El que sepa una verdad, que se la calle.