Sea lo
que sea que por ello se entienda, la neurosis tiene muy mala prensa. Felizmente
no han faltado aquellos que –desafiando consensos psicologistas- salieron en su
defensa, coincidiendo en su principal argumento: ¡cuánto más pobre, triste y
feo, sería este mundo si los grandes neuróticos hubiesen sido curados!
Y es
que el arte, la creatividad, la innovación, mucho tienen que ver con la neurosis,
lo que no constituye precisamente un descubrimiento contemporáneo. Esto ya lo
sabía Aristóteles que, citado por Luis Ignacio Helguera, preguntaba en el “Problema
XX”: “¿Por qué son melancólicos
los hombres que se distinguen en la filosofía, en la vida pública, en la poesía
y en las artes, al grado de que algunos entre ellos sufren el morbo que viene
de la bilis negra?”. Es así que para el
arte, la neurosis deviene en artículo de primera necesidad ya que –como
sostiene Helguera- “(…) la
mayoría de los creadores artísticos han sido y son temperamentos
hipersensibles, obsesivos, depresivos, melancólicos y neuróticos (…)”. Y para argumentar aún más a su favor, Luis Ignacio
Helguera cita a Proust.
Todo lo importante lo han creado los neuróticos. Ellos
han creado las grandes obras. Disfrutamos de música deliciosa, hermosas
pinturas y miles de pequeños milagros, sin detenernos a pensar lo que le han
costado a sus creadores en insomnio, salpullidos, asma, epilepsia y, lo que es
aún peor, temor a la muerte.
Esto
le permite concluir a Helguera que los creadores comprometen hasta la vida en
el proceso artístico. “En
efecto, el verdadero creador se sacrifica en muchos sentidos por su obra; su
vida, y su salud, están supeditadas a la vida y el vigor de su obra.”
Y en
atención a todo lo anterior es posible coincidir con Pierre Rey. “Es una constante de la vida psíquica que nadie quiere
privarse de su neurosis. Aporta demasiadas ventajas secundarias para
desprenderse de ella al contacto con el primer analista que se presente.”
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