jueves, 8 de octubre de 2015

Resistencias al cambio: el caso del ferrocarril


Uno de los ejemplos clásicos en relación a las objeciones que generan las innovaciones, es del ferrocarril. Entre quienes lo abordaron, encontramos nada menos que a Walter Benjamin quien dedicó a este tema uno de los programas de radio, dirigidos a adolescentes, que condujo en emisoras de Frankfurt y Berlín entre los años 1927 y 1933 (Walter Benjamin. Juicio a las brujas y otras catástrofes. Crónicas de radio para jóvenes, trad. Ariel Magnus. Buenos Aires, Interzona-Hueders, 2014).

Veamos lo que afirma Benjamin en cuanto a las reacciones suscitadas por la inauguración de las primeras líneas ferroviarias.

En 1825 se inauguró la primera línea de ferrocarril, y aún hoy se puede ver la “Locomotora Número 1” en una de sus estaciones terminales. Si alguna vez pasan por ahí, seguro que les parecerá una aplanadora a vapor para alisar calles antes que una verdadera locomotora. En el continente europeo se construyeron al principio trayectos muy cortos, que se podrían haber recorrido con el coche de correos e incluso a pie. En general se veía todo esto más bien como una curiosidad. Y cuando se consultó sobre el ferrocarril de Núremberg a los profesores de medicina de la Universidad de Erlangen, estos dijeron que no había que permitir su instalación bajo ningún concepto, pues el rápido movimiento produciría enfermedades mentales en los pasajeros. Más aún: sólo el hecho de mirar esos trenes de paso veloz podía provocar desmayos. Como mínimo había que colocar tabiques de madera de tres metros de altura a ambos lados de la vía. Cuando se inauguró el segundo ferrocarril alemán, que iba de Leipzig a Dresde, un molinero presentó una denuncia judicial porque el tren le interceptaba el viento. Y cuando el recorrido exigió la construcción de un túnel, los médicos volvieron a dar un dictamen negativo, alegando que la gente mayor podía sufrir un paro cardíaco por el repentino cambio de presión.

Pero los reparos no sólo tenían que ver con aspectos relacionados con la salud de las personas sino también con lo que hace al propio concepto de viajar. En cuanto a ello, añade Benjamin

Para saber lo que pensaba la gente sobre el ferrocarril en los primeros tiempos, nada mejor que lo que decía sobre los viajes en tren un sabio inglés que no tenía un pelo de tonto: para él, eso ya no tenía nada que ver con viajar, sino que simplemente era ser enviado de un lugar a otro, como si uno fuera un paquete.

No es difícil imaginar lo que diría hoy aquel sabio inglés al que -sin precisar su nombre- cita Walter Benjamin en relación al tren bala…

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