En diversas oportunidades nos hemos
referido en este mismo espacio a los héroes (por ej. en http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.mx/2010/12/los-heroes-y-sus-dificultades-para.html).
Pero ahora es diferente ya que nuestro interés se orienta hacia los héroes
cotidianos, esos a quienes les falta reconocimiento social pero no fortaleza
para afrontar el día a día. Edmundo González Llaca, en un artículo de ya hace
unos cuantos años, profundizaba en el tema y, como se verá, algunas de sus
consideraciones siguen vigentes.
Cuando leo que una de las principales
razones de la decadencia de Occidente es la falta de héroes, me entra la duda
de que nuestro país se encuentra efectivamente en ese lado del planeta, pues en
México no sólo no nos faltan sino que tenemos todo un problema demográfico al
respecto. (...)
¿Qué pero le ponen los poetas o los
historiadores para darle el presuntuoso título de héroe al ciudadano común que
ha vivido en el Distrito Federal en los dos últimos sexenios? Recordemos que ha
padecido congestionamientos de tránsito en el periférico, cortes de luz en el
metro, trámites burocráticos, crisis, devaluaciones, tolvaneras, rumores, alzas
de precios, agentes de la DIPD (policía política), derrotas de la selección de
futbol. Si ha sido empleado público, su heroísmo raya en lo mitológico, pues ha
asistido a todos los informes del primero de septiembre, juntas de la Comisión
Nacional Tripartita, mítines de desagravio, reuniones de la República, desfiles
del 20 de noviembre, descuentos para el Fondo de Solidaridad y una que otra
valla en un día lluvioso, en espera de no sé qué mandatario extranjero, para
testimoniar la tradicional hospitalidad mexicana.
Entre tantos tipos de héroes citadinos, González
Llaca destaca a los vacacionistas de Semana Santa.
Quien todavía dude de la muchedumbre de
nuestros héroes “calidad de exportación”, que lea el reportaje de Fernando
Meraz sobre nuestros vacacionistas de Semana Santa. Sin la más mínima vanidad
de ocupar líneas ágata en algún texto gratuito o recibir alguna medalla, los
capitalinos resisten dormir sobre sus maletas en los lugares de transporte;
soportan las ofensas de los empleados de aeropuertos y terminales de autobuses;
se mantienen impertérritos con sus niños llorando en las colas y el
hacinamiento. Además, esto es únicamente el principio; al llegar a los lugares
de recreo hasta el más mínimo acto tiene una heroicidad esférica: dormir,
comer, ir al baño, estacionarse, desplazarse y hasta pagar. Ni Ulises en el
sitio de Troya hubiera aguantado tanta incomodidad y violencia. Ya de colofón,
la estampida del regreso con el Jesús en la boca para conseguir boletos o que
se los respeten, y rezando para no formar parte de esa fría y anónima
estadística que aparece en la prensa los lunes: “71 muertos y 315 heridos en
accidentes” o en su caso no integrar la otra estadística que aparece los
martes: “Saquearon 37 casas de vacacionistas”.
Todo lo anterior le permite concluir a
Edmundo González Llaca que “en México la pregunta no es por qué no tenemos
héroes, sino la razón de que seamos capaces de producir tantos.”
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