Entre los compradores de libros usados
es sabido que algunas adquisiciones contienen mensajes que en tiempos más o
menos remotos tuvieron otro destinatario. De esta manera uno deviene en
entrometido involuntario de dedicatorias o notas al margen de texto que traen
indicios de historias ajenas.
Algunas pasan sin más, otras siembran
curiosidades. Tal fue lo que me aconteció con la dedicatoria en un ejemplar de
la Autobiografía de José Clemente
Orozco
Hoy quiero que me desdibujes
¡sí! que rompas el bastidor del
pasado y los recuerdos fallados.
Que traces cada una de mis curvas
de los pies a las caderas ansiosas
por la promesa de tu boca.
Luego en el alma pongas mucho brillo
y traces senderos de un nuevo camino
en los ojos pongas todos los colores
que existen en tu imaginación.
Y me regales alas para
escaparnos de este planeta y
juntos seamos tu obra la más
perfecta.
Desdibújame.
A continuación de la firma añade:
Sabes que te amo
hermanito de fiesta
y de vida.
Y es así como si fuera poco con las circunstancias
de la propia vida que uno se queda picado con estas historias ajenas.
Daba por supuesto que esto sucedía
exclusivamente con los compradores de libros viejos pero Rodolfo Livingston puso
en evidencia mi equívoco.
Javier Villafañe encontró en el bolsillo
de un sobretodo de segunda mano, que compró en el Mercado del Rastro, en Madrid
[un papelito que decía]: “Al dibujarte sobre la nieve sabía que tu imagen iba a
vivir la eternidad de unos minutos. Hay que dibujar en la nieve. Construir con
humo y aire, siempre con humo en el aire. Es hermosa Madrid. Me da los últimos
soles de mi vida. Friedrich.”
Al no tener noticias del desenlace de
estas historias de segunda mano, no queda más que dar lugar a conjeturas y
suposiciones.
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