jueves, 9 de noviembre de 2017

Pepito


Nombre curioso el de este bocado que está dispuesto a disfrutar quien renuncia a un plato más suculento pero tampoco se contentaría con algo más frugal. ¿Cuál fue su origen? Julio Camba nos da noticia.

Por lo que respecta a los cafés, considerados como casas de comida, sus clientes han estado divididos durante mucho tiempo en dos grandes facciones: los partidarios del bisté y los partidarios de la media tostada, hasta que surgió un hombre que, fusionando la media tostada con el bisté, puso término a las sañudas banderías. De este hombre providencial no sabemos casi nada, y lo sabemos casi todo. Es decir, sabemos que en el café que frecuentaba se le conocía por Don Pepito; y este diminutivo respetuoso nos revela, a la vez, la autoridad que había adquirido y el afecto que había inspirado.
Un día Don Pepito solicitó del mozo que, en vez de un bisté entero, le sirviese un cachito de bisté entre dos medios panecillos.
-Estoy un poco desganado –le dijo al mozo-. Un bisté entero me sentaría mal.
-¡No faltaba más, Don Pepito! –le contestó el mozo-. Lo que usted quiera…
La combinación resultó buena, y a los pocos días se había hecho popular en todo el café.
-¿No podrías traerme un bistecito de esos que suele tomar aquel señor? –le decía un parroquiano al camarero.
-¿Qué señor? ¿Don Pepito?
-Sí. Tráeme un Don Pepito, anda. Y a ver si está bien jugoso.
Y a aquellos bistés diminutos se les denomina, desde entonces, con el diminutivo de su creador.

Enterados.

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