martes, 16 de octubre de 2018

La tuberculosis: enfermedad del amor y el arte


Varias son las obras literarias y cinematográficas que aluden al drama causado durante mucho tiempo por la tuberculosis, enfermedad que en ocasiones se relacionaba con la pasión y el amor. El enigma del origen de esa mortal enfermedad se develó hacia fines del siglo XIX, tal como lo refiere Lola Gavarrón

Koch, al descubrir en 1882 el bacilo de la tuberculosis, respiró aliviado. Ya podían decir oficialmente de qué morían las damitas, románticas o no, con camelias o sin ellas. Aquel aire pálido, enfermizo, interesante, que cultivaban las señoras con fervor y que daba con sus huesitos en la tumba a tempranas edades, tenía por fin un nombre.

Por otra parte, una cuestión recurrente en nuestro tiempo es el problema derivado de las modelos que teniendo tallas muy pequeñas constituyen el ideal –en muchos casos inaccesible- de un buen grupo de mujeres. Y de esa manera se originan los estragos causados por la moda de la delgadez extrema; sin embargo –señala Gavarrón- esta situación está muy lejos de ser novedosa.

Apolilladas en sus casas, sometidas a draconianas dietas de adelgazamiento para poder “entrar” en los corsés, con una alimentación tercermundista y ceñidas de la cabeza a los pies, las damas de mediados de siglo, en plena época de profundos cambios sociales, no eran más que una ilusión.

Regresando al tema de la tuberculosis es mucho menos conocido su vínculo con el arte, lo que interesó a Jorge Mejía Prieto.

Los numerosos casos de artistas y escritores que produjeron sus mejores obras cuando sufrían de tuberculosis, ha sido la causa de que a dicho mal se le llame la enfermedad de los genios.
El escritor ruso Antón Chejov, quien era médico, observó los efectos de esa enfermedad en su organismo, mientras escribía las novelas y los cuentos que le hicieran famoso.
Otros escritores enfermos de tuberculosis fueron Voltaire, Katherine Mansfield, las hermanas Brontë y los poetas John Keats, Percy B. Shelley, Roberts Burns y Elizabeth Barret. Esta última compuso sus inmortales sonetos postrada en cama por la enfermedad.
En el campo de la pintura debe mencionarse que Rafael, genio del Renacimiento, era tuberculoso. Y en los ámbitos de la composición musical es de sobra conocido el caso de Fréderic Chopin, quien escribió sus más bellas composiciones para piano poco antes de morir tuberculoso.

Concluye Mejía Prieto afirmando que “el novelista Thomas Mann, en su obra cumbre, La montaña mágica, analizó en forma brillante el hecho de que los enfermos de tuberculosis parecen adquirir una mayor sensibilidad y una especie de lucidez creativa.”

Pero no vaya a creerse que la tuberculosis es la única enfermedad vinculada con el arte.

Volveremos al tema.

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