jueves, 16 de mayo de 2019

Polémica en torno a los cuentos infantiles/4


Habíamos quedado en que para ver el tema que nos ocupa desde distintos ángulos, aún nos faltaba tomar en consideración la voz de otro de sus protagonistas: el testimonio del lobo en relación al cuento de Caperucita. Seguramente existen distintas versiones, la que vamos a transcribir es de autor desconocido, fue publicada inicialmente en una revista de Amnistía Internacional, Inglaterra y la hemos retomado de la revista Educación y Derechos Humanos (Montevideo, No. 33, marzo 1998).

El lobo maligno (la versión del lobo)
El bosque era mi hogar. Allí vivía y lo cuidaba. Trataba de mantenerlo ordenado y limpio.
De repente, un día soleado, mientras estaba yo limpiando basura que habían dejado unos paseantes, escuché pasos. Brinqué atrás de un árbol y vi a una niñita que venía por el camino con una canasta. Sospeché enseguida de la niñita porque se vestía de una manera muy chistosa: toda de rojo y con la cabeza cubierta, como si no quisiera que la gente supiera quién era. 
Naturalmente la detuve para saber quién era. Se lo pregunté y también le pregunté que a dónde iba, de dónde venía y todo lo demás. Me contó que iba a ver a su abuelita y que en la canasta llevaba el almuerzo. Parecía una persona honesta pero estaba en mi bosque y de verdad lucía sospechosa con este atuendo. Así que decidí demostrarle lo grave que puede ser atravesar el bosque sola, sin anunciarse y vestida de esa manera.
La dejé que siguiera su camino, pero me le adelanté hasta la casa de su abuela. Cuando ví a esa simpática ancianita, le expliqué mi problema y ella estuvo de acuerdo en que su nieta necesitaba aprender una lección.
La viejecita accedió a esconderse hasta que yo la llamara. De hecho, se metió debajo de la cama.
Cuando llegó la niñita, la invité al cuarto en el que yo me encontraba en la cama, vestido como su abuelita. La niña entró y dijo algo horrible sobre mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de sugerirle que mis grandes orejas me permitirían escucharla mejor. Lo que yo quería decirle es que la quería y que deseaba prestarle más atención a lo que ella me decía.
Pero ella hizo otro comentario insultante sobre mis ojos saltones, se pueden imaginar cómo empezaba yo a sentirme con esta niña que parecía tan mona, pero aparentemente era una mala persona.
De todas formas yo mantengo la política de poner la otra mejilla, así que le respondí que mis ojotes me ayudaban a verla mejor.
Su siguiente insulto realmente me sacó de mis casillas. Tengo este problema de los dientes grandes. Y la niñita hizo una broma insultante sobre ello. Sé que debí haber tenido mayor control, pero salté de la cama y le grité que mis dientes servirían para comérmela mejor. 
En realidad ningún lobo se comería a una niñita, todo el mundo lo sabe, pero esa niña loquita empezó a correr por toda la casa y a gritar. Yo la perseguía para calmarla. Ya me había quitado las ropas de la abuela, pero eso sólo pareció empeorar las cosas. 
De repente se abre la puerta y un leñador altísimo entra con su hacha. Lo ví y me dí cuenta de que estaba en problemas. Había una ventana abierta tras de mí. Brinqué y salí corriendo.
Me gustaría decir que allí terminó la historia. Pero la abuela nunca relató mi parte de la historia. Rápidamente corrió el rumor de que yo era un tipo egoísta y malo. Todo el mundo empezó a evitarme. No sé qué pasó con la niñita de rojo, pero yo no fui feliz para siempre.

Con la versión del lobo finalizamos esta serie de artículos sobre controversias en relación a los cuentos para niños.

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