Habíamos
quedado en que para ver el tema que nos ocupa desde distintos ángulos, aún nos
faltaba tomar en consideración la voz de otro de sus protagonistas: el
testimonio del lobo en relación al cuento de Caperucita. Seguramente existen
distintas versiones, la que vamos a transcribir es de autor desconocido, fue
publicada inicialmente en una revista de Amnistía Internacional, Inglaterra y
la hemos retomado de la revista Educación
y Derechos Humanos (Montevideo, No. 33, marzo 1998).
El lobo maligno (la
versión del lobo)
El bosque
era mi hogar. Allí vivía y lo cuidaba. Trataba de mantenerlo ordenado y limpio.
De
repente, un día soleado, mientras estaba yo limpiando basura que habían dejado
unos paseantes, escuché pasos. Brinqué atrás de un árbol y vi a una niñita que
venía por el camino con una canasta. Sospeché enseguida de la niñita porque se
vestía de una manera muy chistosa: toda de rojo y con la cabeza cubierta, como
si no quisiera que la gente supiera quién era.
Naturalmente
la detuve para saber quién era. Se lo pregunté y también le pregunté que a dónde
iba, de dónde venía y todo lo demás. Me contó que iba a ver a su abuelita y que
en la canasta llevaba el almuerzo. Parecía una persona honesta pero estaba en
mi bosque y de verdad lucía sospechosa con este atuendo. Así que decidí
demostrarle lo grave que puede ser atravesar el bosque sola, sin anunciarse y
vestida de esa manera.
La dejé
que siguiera su camino, pero me le adelanté hasta la casa de su abuela. Cuando
ví a esa simpática ancianita, le expliqué mi problema y ella estuvo de acuerdo
en que su nieta necesitaba aprender una lección.
La
viejecita accedió a esconderse hasta que yo la llamara. De hecho, se metió
debajo de la cama.
Cuando
llegó la niñita, la invité al cuarto en el que yo me encontraba en la cama,
vestido como su abuelita. La niña entró y dijo algo horrible sobre mis grandes
orejas. He sido insultado antes, así que traté de sugerirle que mis grandes
orejas me permitirían escucharla mejor. Lo que yo quería decirle es que la
quería y que deseaba prestarle más atención a lo que ella me decía.
Pero ella
hizo otro comentario insultante sobre mis ojos saltones, se pueden imaginar cómo
empezaba yo a sentirme con esta niña que parecía tan mona, pero aparentemente
era una mala persona.
De todas
formas yo mantengo la política de poner la otra mejilla, así que le respondí
que mis ojotes me ayudaban a verla mejor.
Su siguiente
insulto realmente me sacó de mis casillas. Tengo este problema de los dientes
grandes. Y la niñita hizo una broma insultante sobre ello. Sé que debí haber
tenido mayor control, pero salté de la cama y le grité que mis dientes
servirían para comérmela mejor.
En
realidad ningún lobo se comería a una niñita, todo el mundo lo sabe, pero esa
niña loquita empezó a correr por toda la casa y a gritar. Yo la perseguía para
calmarla. Ya me había quitado las ropas de la abuela, pero eso sólo pareció
empeorar las cosas.
De
repente se abre la puerta y un leñador altísimo entra con su hacha. Lo ví y me
dí cuenta de que estaba en problemas. Había una ventana abierta tras de mí.
Brinqué y salí corriendo.
Me
gustaría decir que allí terminó la historia. Pero la abuela nunca relató mi
parte de la historia. Rápidamente corrió el rumor de que yo era un tipo egoísta
y malo. Todo el mundo empezó a evitarme. No sé qué pasó con la niñita de rojo,
pero yo no fui feliz para siempre.
Con la
versión del lobo finalizamos esta serie de artículos sobre controversias en
relación a los cuentos para niños.
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