martes, 11 de junio de 2019

Consideraciones en torno a la rodilla


Para atletas y jugadores de fútbol la posibilidad de lastimarse la rodilla es una pesadilla recurrente. Saben de sobra que eso ha significado el fin prematuro de la trayectoria exitosa de tantos deportistas; un lugar común señala que ese tipo de accidentes se convierten en lesiones rebeldes y reactivas al tratamiento. Por cierto que la descripción popular de alguna de ellas tiene más que ver con lo que pudo sucederle a un vehículo que a una parte del cuerpo: “es que se le derramó el líquido…”
En un artículo titulado “La coronación de la rodilla”, Michel Tournier profundiza en el tema. 
Las distintas disciplinas deportivas se van relevando temporada a temporada –desde la Vuelta a Francia hasta los Juegos Olímpicos de invierno- para ofrecernos el abanico de virtudes: la fuerza, la destreza y la resistencia de los cuerpos de los atletas.
Si buscamos el punto crucial de ese cuerpo, su base viviente y móvil, creo que deberemos detenernos al nivel de la rodilla. La rodilla, biela simple y compleja a la vez, dura y frágil, ofensiva y vulnerable, es la articulación clave de donde parten el esfuerzo, el empuje, el impulso. Es origen de la carrera y del salto, desde luego, pero también de otras disciplinas aparentemente independientes de ella, como la halterofilia o el lanzamiento de jabalina.
Señala el mismo autor que una observación atenta de las rodillas puede proporcionar datos relevantes acerca de su propietario.
Tiene su cara anterior, la rótula, que nos informa muy discretamente sobre los caracteres y virtudes de cada uno. Miremos a la gente sentada en el tren o en el metro. La forma de sus rodillas –redondeada, angulosa o puntiaguda- dice más sobre su carácter que la cara. Y es que una rodilla no sabe mentir. 
No hay que olvidar el reverso de la rodilla, su cara posterior, propiamente la corva, la cavidad poplítea, esa garganta tierna, pálida y húmeda donde está inscrita una H mayúscula.
Asimismo -afirma Tournier- la forma de esta articulación no es particularmente bella por lo que a lo largo de la historia ha representado un problema severo para los artistas.
La historia de la rodilla esculpida demuestra hasta qué punto los artistas siempre obedecieron más a las lecciones tradicionales recibidas de sus maestros que a la observación del natural. En los talleres de todos los tiempos, de todos los países, los escultores se ejercitaban en esculpir un rostro, una mano, un pie, según los principios de su escuela. Así hay una rodilla arcaica –egipcia, caldea, asiria-. Su rótula es un saliente rectangular con los ángulos redondeados, ligeramente estrangulada en su mitad por dos escotaduras laterales. Esta especie de escudo no evoca en absoluto movimiento alguno. La pierna está rígida y tiene una forma maciza. El muslo domina y aplasta la rodilla. Estamos cerca de la arquitectura y sus columnas.
La escultura griega –nacida en gimnasios y estadios- devolvió su ligereza y su velocidad a la pierna del atleta. Pero por eso mismo chocó con el problema clásico del cojín de carne que corona la rótula. Esa hinchazón redondeada resulta muy poco agraciada sin duda –ninguna pierna femenina lo soportaría-, pero significa la vida misma y da toda su fuerza a la pierna. El Hermes de Praxíteles y el Doríforo de Plicleto –paradigmas de la estatuaria clásica- pagan honradamente este precio a la verdad desnuda.
El arte cristiano ignora ese realismo. Aquí la rodilla resplandece con todo su valor simbólico. Ya en la tragedia significa sumisión, imploración, humillación. Después entra en el ámbito de lo sagrado. Se cuenta que Fra Angélico siempre pintaba de rodillas. La iconografía cristiana nos muestra a la Virgen sosteniendo al Niño sobre sus rodillas. En las pietà, estamos ante el mismo Hijo de Dios, pero acaban de desclavarlo de la cruz. Las rodillas cristianas, siempre están flexionadas. Es lo que se llama genuflexión.
El acto de ponerse de rodillas que adquiere un significado muy especial en el ámbito religioso, está muy mal visto fuera de él al identificarse como una actitud de derrota o servilismo: “se puso de rodillas ante…” Pedir algo de rodillas –además de lo que implica en tanto sobajarse frente al otro- según Sofocleto, citado por Coco Manto, tiene poco futuro: “Los que piden de rodillas pueden esperar sentados”.
Es en el mundo de la moda femenina que la rodilla se convierte en el ecuador ya que –como afirma Michel Tournier- “para los costureros, la cuestión crucial que se plantea cada año cabe en este dilema: ¿hay que vestir a las mujeres por encima o por debajo de la rodilla?”
Finalmente recordemos que cuando en un pasado no tan remoto las mujeres empezaron a mostrar los tobillos hubo quienes vieron en ello el inicio de la decadencia moral. Ni se diga cuando años más tarde comenzaron a exhibir las rodillas, lo que muchos identificaron como el inicio del fin de la decencia.

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