martes, 6 de agosto de 2019

Dime qué bebes y te diré quién eres


Con cierta frecuencia se publican resultados de estudios comparativos entre los promedios de ingesta de alcohol en diversos países. Así, hay pueblos que tienen fama de ser beodos, otros sobrios y algunos pocos casi abstemios. 
También es posible comparar qué tipo de bebida se toma en cada país, aquella hacia la que mayoritariamente tiende su población. En este tema seguiremos a José Moreno Villa, uno de los autores a quienes ha interesado la cuestión.
Los países pueden ser definidos por sus bebidas. Basta decir, el país del chianti o del vermouth, para saber que hablamos de Italia; el país de la cerveza, el del champagne, el del oporto, el del tokay para saber que aludimos a Alemania, Francia, Portugal y Hungría.
En su opinión hay muy pocas en común entre quienes prefieren la manzanilla y aquellos que son aficionados al whisky.
Una tendencia asociativa natural en el hombre le lleva a establecer en seguida relaciones entre los rasgos del carácter popular y las bebidas que fabrica y consume. Así, la manzanilla se considera el vino más alegre del mundo, pero, además, resumen del genio andaluz. Es vino de jarana, baile, castañuelas, guitarras. Es vino de algazara, de rumbo y generosidad. Su polo opuesto en Europa sería el whisky: que se bebe en silencio, sin paladeo ni derroche. Se diría que es bebida de egoístas, solitarios y tacaños. Es bebida de corrección, de salón, de juego de naipes, frente a la bebida de frenesí, de patio, merendero y tasca, para ver y gritar, no para discurrir y callar. El whisky es la bebida de los países que no saben hablar, que no son elocuentes, en tanto que la manzanilla es de un país que charla por los codos, piropea y hace chistes.
Según Moreno Villa el suelo y el cielo son determinantes tanto de las personas que habitan un espacio, como de la bebida que allí se gesta.
Yo no creo que las bebidas formen lentamente el carácter; más me inclino a pensar que el carácter de la gente como el carácter de las bebidas provienen del suelo y del cielo donde se crían. Si la cerveza influyera en el genio del pueblo, todo el globo sería teutón (…) con lo extendida que está hoy en el globo. ¡Buen porvenir nos esperaría también con la Coca-Cola!
Y concluye estableciendo un paralelismo entre personas y el tipo de bebida que consumen.
Influya o no influya, lo que sí parece verdad es que hay cierto paralelismo entre las bebidas de un país y su gente. El genio del vodka se parece al genio del ruso, hasta el punto que no puedo pensar en una copita de vodka, sino en millones de copitas iguales, todas de concentrado alcohol, y no puedo pensar en un Dostoievsky, sino en millares de Karamazov. Y al decir vodka pienso en Dostoievsky, como cuando digo este nombre pienso en vodka.
Claro que aquí podría existir una trampa y Moreno Villa lo sabe mejor que nadie. “Sé que en esto hay un espejismo. Sé que lo uno me recuerda a lo otro, no porque entre ambos exista verdadera equivalencia, sino porque el gran novelista ha llegado a ser un exponente, como el vodka, del pueblo y del genio rusos.”

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