Larga es la historia de destrucción de
libros que incluye desde la quema de códices por parte de los conquistadores,
la acción de los inquisidores, hasta los regímenes totalitarios, etc.
Hace unos años la situación se volvió a
presentar en la guerra de la ex-Yugoeslavia; Arturo Pérez-Reverte –testigo de
aquellos hechos- describe la situación.
Aquella noche, en Sarajevo, los cañones
no apuntaban a la carne humana sino a la materia que conforma su alma y su
inteligencia. (…) las primeras bombas serbias siempre eran para la iglesia, los
archivos, el museo de turno.
La población hizo hasta lo imposible
para salvar su acervo pero sus posibilidades estaban seriamente limitadas.
En realidad eran los vecinos del viejo
Sarajevo, los infelices muertos de hambre, flacos y agotados, que salían de sus
casas, desafiando el fuego, intentando salvar los restos de su biblioteca…
corrían bajo las balas y las bombas, entrando en el edificio y saliendo con
manuscritos y libros en brazos. Los filmamos llorando sobre páginas hechas
cenizas, inútiles y patéticos en su esfuerzo. No había agua con que apagar las
llamas. Y todo ardió hasta los cimientos.
Tal como acontece en estas situaciones,
el avalúo de las pérdidas no es cuantificable.
Como ardió también el Instituto
Oriental, con mil años de trabajo caligráfico reunidos desde Samarcanda hasta
Córdoba, desde El Cairo hasta Sarajevo. Ediciones únicas de incalculable valor.
El esfuerzo, la vida de miles de hombre que dejaron en ellos sus pestañas, su
inteligencia y sus sueños. Todo fue borrado en una sola noche, y ya no existe.
Ya nadie podrá volver a leerlo nunca. Jamás.
De acuerdo con Arturo Pérez-Reverte la
destrucción de un libro no tiene atenuante posible.
Déjenme contarles un secreto. Cuando un
libro arde, cuando un libro es destruido, cuando un libro muere, hay algo de
nosotros mismos que se mutila irremediablemente, siendo sustituido por una
laguna oscura, por una mancha de sombra que acrecienta la noche que, desde hace
siglos, el hombre se esfuerza por mantener a raya. Cuando un libro arde mueren
todas las vidas que lo hicieron posible, todas las vidas en él contenidas y
todas las vidas a las que ese libro hubiera podido dar, en el futuro, calor y
conocimientos, inteligencia, goce y esperanza.
A continuación Pérez-Reverte –fiel a su
estilo- con expresiones categóricas que originan adhesiones así como desacuerdos,
enuncia una serie de conjeturas.
Destruir un libro es, literalmente,
asesinar el alma del hombre. Lo que a veces es incluso más grave, más ruin que
asesinar el cuerpo. (…)
Hay homicidios conscientes, voluntarios,
ejecutados con plena conciencia. Crímenes que pueden resultar, tal vez,
explicables o discutibles en un momento de pasión, de ignorancia, de ira, de
patriotismo, de odio, de celos, de utopía. Pero rara vez la muerte de un libro,
la destrucción de una biblioteca, puede beneficiarse de atenuante o explicación
alguna. Por el contrario, éste suele ser un acto voluntario, consciente y
cruel, cargado de simbolismo y maldad.
Porque finalmente en su opinión: “Ningún
asesinato de libros es casual. Ningún asesino de libros es inocente.”
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