lunes, 9 de septiembre de 2019

El beso al leproso


Existen manifestaciones del amor que representan un claro desafío para los usos y costumbres vigentes. Son expresiones que, al decir de José Jiménez Lozano en conversación con Gurutze Galparsoro, suscitan perplejidad cuando no escándalo.

Pero el amor está ahí, y el amor gratuito, como siempre es el amor. La moda es negarlo, tratar de degradarlo, interpretarlo como patología y locura. De ahí la perplejidad y el escándalo que supone el amor de los místicos, el beso al leproso, una vida ofrecida a otro, a los demás.

Y es que ello está totalmente fuera de lo esperable, de lo conocido, de las conductas que procuran antes que nada el propio beneficio; continúa Jiménez Lozano

Me acuerdo de que el biólogo, doctor Jean Rostand, decía algo importante: que, en tanto que biólogo precisamente, no le extrañaba nada, sino todo lo contrario, que los seres humanos se pisoteasen, descuartizasen y devorasen entre sí, esto es, que el pez grande se comiese al chico; y que lo que le extrañaba, por el contrario, pensando en las leyes de la biología, era que existiera la bondad humana y se diera incluso el beso al leproso.

Estas actitudes poco frecuentes, extrañas, están reservadas a los rebeldes que no están dispuestos a conducirse de la manera en que lo hacemos la gran mayoría de los mortales. Si siempre ha sido así –acota Jiménez Lozano- ni se diga en nuestro tiempo tan reñido con esas demasías.

Es decir, que un hombre pudiera saltarse totalmente las leyes naturales, amar a otro ser humano con un amor gratuito y morir por él. Y lo que diríamos es que, hoy, en nuestra cultura tecno-científica, se tiende desde luego a que el hombre no tenga esas demasías y comportamientos anti-naturales o a-científicos (…)

Sin embargo -concluye José Jiménez Lozano siempre en conversación con Gurutze Galparsoro- en esto precisamente reside lo específicamente humano.

(…) pero también esa cultura nuestra sabe que eso precisamente, que hace que el hombre desafíe las leyes mismas de su psicobiología, es lo específicamente humano, y desde luego constituye la verdadera razón por la que cabe esperar que el hombre puede salir de las peores situaciones, de su propio envilecimiento.

Amén.

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