Existen manifestaciones del amor
que representan un claro desafío para los usos y costumbres vigentes. Son
expresiones que, al decir de José Jiménez Lozano en conversación con Gurutze
Galparsoro, suscitan perplejidad cuando no escándalo.
Pero el amor
está ahí, y el amor gratuito, como siempre es el amor. La moda es negarlo,
tratar de degradarlo, interpretarlo como patología y locura. De ahí la
perplejidad y el escándalo que supone el amor de los místicos, el beso al
leproso, una vida ofrecida a otro, a los demás.
Y es que ello está totalmente fuera de lo esperable,
de lo conocido, de las conductas que procuran antes que nada el propio
beneficio; continúa Jiménez Lozano
Me acuerdo de que el biólogo, doctor
Jean Rostand, decía algo importante: que, en tanto que biólogo precisamente, no
le extrañaba nada, sino todo lo contrario, que los seres humanos se pisoteasen,
descuartizasen y devorasen entre sí, esto es, que el pez grande se comiese al
chico; y que lo que le extrañaba, por el contrario, pensando en las leyes de la
biología, era que existiera la bondad humana y se diera incluso el beso al
leproso.
Estas actitudes poco frecuentes, extrañas, están
reservadas a los rebeldes que no están dispuestos a conducirse de la manera en
que lo hacemos la gran mayoría de los mortales. Si siempre ha sido así –acota Jiménez
Lozano- ni se diga en nuestro tiempo tan reñido con esas demasías.
Es decir, que un hombre pudiera
saltarse totalmente las leyes naturales, amar a otro ser humano con un amor
gratuito y morir por él. Y lo que diríamos es que, hoy, en nuestra cultura
tecno-científica, se tiende desde luego a que el hombre no tenga esas demasías
y comportamientos anti-naturales o a-científicos (…)
Sin embargo -concluye José Jiménez Lozano siempre en
conversación con Gurutze Galparsoro- en esto precisamente reside lo
específicamente humano.
(…) pero también esa cultura nuestra
sabe que eso precisamente, que hace que el hombre desafíe las leyes mismas de
su psicobiología, es lo específicamente humano, y desde luego constituye la
verdadera razón por la que cabe esperar que el hombre puede salir de las peores
situaciones, de su propio envilecimiento.
Amén.
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