En
otra ocasión hemos abordado el tema de como algunas traducciones de libros mejoran
al original (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2017/02/traductores-que-mejoran-el-original.html).
Ahora volvemos a la cuestión guiados por Simon Leys quien hace un breve
preámbulo antes de referirse al personaje que nos ocupa.
Cuando la
traducción es al inglés (por ejemplo), la cuestión es, más que la de dominar la
lengua extranjera, la de dominar el inglés. Esto podría convertirse en un
axioma: Es deseable entender el idioma
del original, pero es indispensable dominar la lengua de destino. Esta
fórmula puede parecer al mismo tiempo un chiste y una perogrullada, pero es un
hecho cierto que hay traducciones que son obras maestras literarias, que han
ejercido una influencia considerable y que han sido hechas por traductores que
apenas conocían la lengua del original, si es que sabían algo de ella; su
capacidad se debía exclusivamente al hecho de ser grandes estilistas en su
lengua materna.
Y es
aquí donde hace su aparición el maestro Lin Shu (quien, como veremos, debería
ser declarado patrono de los traductores); continúa Simon Leys
El caso
más ilustre y singular es sin duda el de Lin Shu (1852-1924), una figura
capital de la historia literaria de la China moderna. Sin conocer una sola
palabra de ninguna lengua extranjera, Lin Shu tradujo casi doscientas novelas
europeas, y este vasto cuerpo de ficción extranjera contribuyó poderosamente a
la transformación del horizonte intelectual de China al final del Imperio.
Afirma
Leys que estar aquejado por una enfermedad y la visita de un amigo fueron los
factores propicios para crear las condiciones que hicieron posible la
realización de su obra cumbre.
Convaleciente
tras una grave enfermedad, Lin Shu recibió hacia 1890 la visita de un amigo que
había regresado recientemente de Francia. El amigo le habló de una novela muy
popular en Europa en esa época, La dama
de las camelias, y le sugirió que emprendiese su traducción. Colaboraron
los dos de la manera siguiente: el amigo relataba la trama, y Lin Shu iba
traduciéndola al chino clásico. Esta Dama
de las camelias china tuvo un éxito prodigioso. Hay que decir que es inmensamente
superior al original: a pesar de ser escrupulosamente fiel a la narración de
Dumas fils, que reproduce párrafo por
párrafo, frase por frase, su estilo es admirable por su nobleza y su capacidad
de concisión… ¡sólo hay que imaginar en qué se convertiría una novela por
entregas si se reescribiese en el latín de Tácito! (Cuando Mao Zedong recibió a
una delegación de senadores franceses, alabó La Dame aux camélias como el mejor ejemplo del genio literario
francés, para gran perplejidad de sus visitantes: como todos los intelectuales
de su generación, había leído la traducción de Lin Shu, medio siglo antes, y
había conservado un recuerdo indeleble de ella).
Este
fue el comienzo de su actividad, prosigue Leys, que lo llevaría a realizar
otras muchas traducciones.
Estimulado
por este éxito inicial, Lin Shu continuó su tarea, emprendiendo traducciones
con varios colaboradores; dependiendo completamente de los gustos y el
conocimiento variable de ellos, construyó una oeuvre enorme y heteróclita, traduciendo a troche y moche a los
gigantes de la literatura mundial (Hugo, Shakespeare, Tolstói, Goethe, Dickens)
así como buen número de autores de segunda fila como Walter Scott y R.L.
Stevenson, y escritores populares como Anthony Hope y H. Rider Haggard (por el
que desarrolló una especial predilección); y luego también a los portavoces de
naciones oprimidas, de los polacos, los húngaros, los serbios, los bosnios… ¡e
incluso Leeuw van Vlaanderen (“El
León de Flandes”) de Hendrik Conscience!
Concluye
Simon Leys con algunas reflexiones en torno al oficio de traducir que le es
posible inferir a partir de la obra de Lin Shu.
Lo que
ejemplifica el caso fascinante de Lin Shu respecto a lo que nos interesa aquí
es la importancia del estilo: el arte literario del traductor puede compensar
incluso una profunda incompetencia lingüística… aunque éste sea, sin duda, un
ejemplo extremo. Como regla general sería justo decir que si el traductor es
verdaderamente un escritor, el sentido erróneo ocasional puede incluso no
invalidar su obra. Sin embargo, todos los recursos de la filología no le
servirán de nada si escribe sin oído literario.
Recomendación
de la casa para el caso que usted sea escritor: búsquese traductores de la
escuela de Lin Shu porque en una de esas le mejoran la obra y lo convierten en
celebridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario