viernes, 6 de septiembre de 2019

Un celoso poco informado


Si uno se pregunta en torno a la relación que puede existir entre los celos y el atavismo, la respuesta no se haría esperar: escasa, tirando a nula. Sin embargo sabido es que en la vida (y en ocasiones también en la muerte) habitan situaciones extrañas; Michel Tournier -en un artículo al que tituló “El atavismo o El ancestro pulverizado”- da cuenta de una de ellas.
Atavismo. ¡Qué bonita palabra! Bien construida, musical, fácil de pronunciar, agradable al oído, extraña sin resultar rara, científica pero no sabihonda. La debemos al botanista holandés Hugo De Vries (1848-1935), que descubrió y estudió las mutaciones. Está formada a partir del radical latino atavi (tatarabuelo), aunque en realidad se trata de una sinécdoque, pues en realidad evoca a muchos otros antepasados. (…)
En el punto opuesto de la herencia, que designa la influencia inmediata del padre y la madre, el atavismo manifiesta así la persistencia, en cierto modo subterránea, de unos caracteres que podrían creerse definitivamente perdidos en el transcurso de la evolución. Gracias al atavismo, cada uno de nosotros puede tener la esperanza de poseer tal o cual rasgo físico o moral que caracterizaba a alguno de nuestros antepasados que vivieron varios siglos atrás. Puede ser incluso que nos parezcamos a ese ancestro como un hermano gemelo, y que en suma haya existido un primer yo, sin duda modificado por unas condiciones de tiempo y espacio totalmente distintas.
Es así que el atavismo, rompiendo con lo lineal y lo esperable, da lugar a la irrupción de lo inesperado; continúa Tournier
Esta noción de atavismo es muy valiosa, pues hace estallar en una cantidad de fragmentos inmensa pero no infinita la masa hereditaria bajo la cual nuestros progenitores inmediatos –padre y madre- amenazaban con aplastarnos. Gracias al atavismo, la herencia no es un bloque que avanza de generación en generación, como un adoquín que los peones camineros se fueran pasando de mano en mano al hacer una carretera; es un polvo de estrellas del que cada uno de nosotros saca algo para componer su constelación personal. 
Una vez concluido este aporte conceptual Michel Tournier pasa a describir en su artículo que -será fácil percibir- ya tiene varios años, cómo fue que “el alcance humano del atavismo encontró una ilustración tragicómica en un suceso reciente que tuvo lugar en la Alemania Federal.” (Antes de proseguir con la historia, permítasenos hacer un paréntesis para discrepar con el autor -o tal vez con el traductor- en cuanto al rasgo tragicómico con que caracteriza a un asunto que en realidad tiene muchísimo de trágico y nada de cómico). Pero retomemos el relato de Tournier
Un hombre se entregó a la policía después de matar a su mujer y su hijo con una escopeta de caza. A primera vista, las circunstancias parecen extravagantes. Se había presentado ante sus familiares con esta pregunta: “¿Sois capaces de sacar la lengua enrollándola como un canalón?” Su mujer lo intentó en vano. El hijo lo hizo sin ningún esfuerzo. Entonces el padre disparó. En efecto, siempre había tenido dudas sobre la autenticidad de su progenitura, y los celos le corroían el corazón. Entonces leyó en un tratado de genética que la facultad de sacar la lengua y enrollarla era bastante inusual, y rigurosamente hereditaria. Y esa facultad él no la tenía. Si su mujer tampoco la tenía, y su hijo sí, entonces es que el hijo era adulterino. Cosa que quedó demostrada, con el resultado que ya conocemos.
Ambos asesinatos, de acuerdo con Tournier, pudieran haberse evitado si el victimario hubiese tenido mayor formación en relación al tema. “Ese celoso apasionado ignoraba el atavismo. Pues el hijo podía haber heredado la lengua enrollable, si no de su padre ni de su madre, sí de algún ancestro prehistórico o del Renacimiento.” Y concluye Michel Tournier: “Queda visto que el atavismo es una forma de herencia que tiene como límite suprimir la herencia, cosa que constituye un progreso humanista, pues pulveriza la herencia hasta el infinito, doblando el número de sus signatarios a cada generación.”

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