jueves, 12 de septiembre de 2019

El silencio de la mirada


No es raro encontrarse con quienes invitan al silencio como forma de encuentro con Dios y también con uno mismo, de ser más prudentes en aquello que se va a decir, de escuchar más a los otros, de no sumarse a un entorno excesivamente ruidoso, etc.

Pero de lo que no tenía noticia es de la exhortación a no ver. Un breve texto de José Jiménez Lozano –en el que retoma a Juan de la Cruz- nos conduce hacia ello en el orden de la vida comunitaria.

Jean Baruzi (…) habla de aquella contestación que dio Juan de la Cruz a la invitación que le hicieron los frailes de ir a ver unos edificios que todo el mundo admiraba. Juan dijo entonces: “Nosotros no andamos por ver, sino por no ver”. Y comenta Baruzi: “Admitiendo que los monumentos, de que se trata fueran hermosos y no pertenecieran solamente al orden de la ostentación, es una ética lo que Juan de la Cruz quiso formular. Nosotros debemos introducir, en las más pequeñas modalidades de nuestra vida diaria, el no-ver”.

Esto le permite a Jiménez Lozano referirse a lo que identifica como la ética del no-ver.

Como un rango cultural simplemente, desde luego. Toda cultura de algún grosor exige una cierta ascesis de modo ineludible. Pero esa ética del “no-ver”, es al mismo tiempo una estética, o a la inversa: incluso la hermosura debe ser a veces desechada en pro de una belleza más profunda (…)

Y concluye en forma categórica “(…) pero lo que no hemos venido a ver son ostentaciones y retóricas”.

Deja tarea.

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