viernes, 15 de noviembre de 2019

De quienes no se dejan seducir por "arrebatos de sobriedad"


Entre los amantes de la buena mesa existen diversas categorías como la del sibarita y el goloso. Según B.A. Grimod de la Reynière -reconocido especialista en el tema- éste último

(…) no es sólo aquel que come con pasión, distinción, reflexión y sensualidad, aquel que no deja nada en el plato ni en el vaso, aquel que no inquieta jamás al anfitrión con una negativa, ni a su vecino con arrebatos de sobriedad.

El goloso en plenitud, en su opinión, no sólo debe distinguirse por la forma de comer sino también por el modo de relacionarse con los demás para que el simple acto de comer se convierta en un verdadero festín.

También debe aunar el más estridente apetito con cierto humor jovial sin el cual un festín no es más que una triste hecatombe. Con facilidad de expresión, debe afinar al límite su capacidad sensorial y adornar su memoria con multitud de anécdotas, historias y relatos divertidos con los que llenar el vacío entre los servicios, a fin de que las personas sobrias le perdonen su apetito.

Ahora bien, en el arte del buen comer existen diferencias que para los no entendidos pasan desapercibidas y para aclarar este punto Grimod de la Reynière remite a otro gran conocedor de la materia

El clérigo Roubaud en sus Synonimes (…) compara el Goloso con el Tragón, el Comilón y el Glotón y subraya cuánta distancia hay entre uno y otros. Según él: “Al Goloso le gusta comer, cocinar buena comida y seleccionarla bien. El Comilón es de un apetito tal, mejor dicho de un apetito tan brutal, que come a dos carrillos, se atraca, se atiborra de todo indiscriminadamente, come y come por comer. El Tragón come con tal ansiedad que más que comer engulle, no hace más que retorcerse y sorber, no mastica, traga. El Glotón se acelera comiendo y lo hace con un ruido desagradable y con tanta ansiedad que empieza un bocado sin haber acabado otro, pronto todo desaparece en torno a él, se diría que devora”.

Sin exceso de suspicacia es posible suponer que el padre Roubaud se sintiera mucho más cercano al goloso que a los otros grupos y de ahí que se aplicara en defender a los miembros de su cofradía.

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