En la vida se presentan situaciones, problemas,
coyunturas, en las que es posible tomarse el tiempo para reflexionar, valorar opciones,
hacer las consultas del caso y decidirse por aquella que se considere más adecuada.
No es el caso de las urgencias en que se requiere ya
no una respuesta, sino en todo caso la reacción inmediata. Sin embargo hay
quienes ante la sorpresa de la irrupción de lo inesperado quedamos paralizados
o entramos en especulaciones totalmente contra indicadas para el momento. Para
ilustrar el punto nos servimos de un pequeño fragmento de Woody Allen –tomado de
“Los condenados”- en el que con su humor habitual alude a la cuestión.
Sus gritos desde el agua helada fueron oídos por
Cloquet (…) La noche era oscura y soplaba el viento, y Cloquet tenía una
fracción de segundo para decidir si iba a poner en peligro su vida para salvar
la de un desconocido. Reacio a tomar decisión tan trascendental con el estómago
vacío, se fue a un restaurante para cenar. Atormentado luego por el
remordimiento, compró una caña de pescar y volvió sobre sus pasos para sacar a
Brisseau del río.
Hay quienes desempeñan trabajos y profesiones en que la
emergencia es habitual, por lo que conviven con la toma de decisiones inmediata.
No hay tiempo y se debe mantener la calma en situaciones en que resulta casi
imposible lograrlo. Entre ellos –junto a tantos otros- encontramos a quienes se
encargan de tareas de protección civil, a los médicos responsables de
emergencias, a los intensivistas, etc.
Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos con
ellos.
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