Existen circunstancias en que la
comunicación resulta imposible porque las personas que participan en ella se
encuentran en frecuencias muy diferentes.
Un ejemplo de ello lo proporciona
Michel Tournier y tiene que ver con algo que le ocurrió a Karl, quien fuera su
mejor amigo. En primer lugar veamos el hecho en sí
(…) le ocurrió
a él. De vez en cuando regresaba a su Austria natal, pero con sentimientos
contradictorios. Los austríacos habían rivalizado con los alemanes en fanatismo
nazi. Un día, de regreso de uno de sus viajes, se encuentra en la cartera unos
billetes de chelines austríacos. Uno de ellos lleva grabada la efigie de Freud.
Debajo, alguien había escrito con bolígrafo: Saujud! (¡Cerdo judío!).
Comenta Tournier que “Karl quedó
vivamente impresionado” por lo que decidió protestar ante ello.
Redactó una
larga carta en la que vació su corazón. Y la dirigió al presidente Kurt
Waldheim con una fotocopia del billete.
Al cabo de unas semanas llegó la
respuesta.
Procede del
Banco Nacional de Austria. Han recibido su carta. Puede presentarse cualquier
día de 9 a 12 y de 14 a 18, a la taquilla 13, donde le cambiarán el billete
defectuoso.
Nota aparte requiere la mención
de Kurt Waldheim quien fue nombrado Secretario General de la ONU a comienzos de
1972 por un periodo de cinco años. A pesar de que él lo ocultara, diversas
investigaciones pusieron en evidencia su pasado nazi tal como lo consignó en su
momento una nota de prensa.
Kurt Waldheim logró
enterrar su pasado durante veinte años, pero la verdad acabó saliendo a la luz.
(…) participó en las SA, la fuerza paramilitar del partido de Hitler antes de
la guerra. Esto quería decir que había participado en crímenes durante la
Segunda Guerra Mundial. Así lo evidenciaban unos documentos publicados por el
periodista de investigación Hubertus Czernin en el diario Profil en 1986, durante la campaña para las presidenciales en la
que Waldheim se presentaba como candidato. Hasta ese momento, el mismo
personaje llegó a calificarse de ser un tipo respetable, un buen europeo e,
incluso, un antibelicista.
Como afirma el popular eslogan:
aunque usted no lo crea.
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