Muchos son quienes dicen que para tener
información mínima acerca de una persona a la que ven por primera vez observan detenidamente
sus zapatos, que el estado de los mismos dice mucho de la persona que los
porta.
Recuerdo lo anterior en oportunidad de
encontrar un texto de Jorge Mejía Prieto en el que cuenta una peculiar
historia.
En 1945 falleció el actor teatral
norteamericano Conrad Cantzen, quien durante los últimos años de su vida había
subsistido a costa de mendigar ayuda a la gente de la farándula de Broadway.
Por ello fue una sorpresa para todos saber que el derrotado y solitario Cantzen
dejaba un legado de doscientos veintiséis mil dólares para comprar zapatos a
los actores en mala situación económica.
¿Fue aquello resultado de su avaricia?,
¿de su manía de acumular?, ¿de su desesperación por ahorrar?
No. Definitivamente no.
El mismo Mejía Prieto aclara el enigma.
En su conmovedor testamento, Cantzen
dejó dicho: "Conozco por propia experiencia lo humillante y terrible que
es para un actor caminar sobre zapatos viejos y deteriorados. Muchas veces he
tenido que andar con zapatos así, y cuanto más desgastadas eran las suelas de
mi calzado, menos valor tenía para enfrentarme a la búsqueda de trabajo. Por
eso es que dejo el dinero que he logrado reunir con mil dificultades, para mis
colegas que no tienen para comprarse zapatos. Cada uno de ellos puede pasar por
un par de calzado cómodo y de buena calidad a la Asociación de Actores
de Nueva York, sin importar que sus pagos estén o no al corriente. Les deseo
felices caminatas".
Nada que agregar.
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