jueves, 19 de diciembre de 2019

La música, constructora de paz


Mucho se ha insistido en la potencialidad de la música (aunque hay que aclarar, como sucede con las ofertas en algunos comerciales, que aquí también “aplican restricciones”) para calmar en momentos difíciles, para serenar cuando se atraviesan situaciones estresantes. Esto sucede tanto al público en general como a los propios artistas, como lo reconoce Concha Buika –entrevistada por Diego Manso- cuando revela que en su caso no sólo la calma sino que también le trae otro tipo de beneficios.
-¿Y compone todo el tiempo?
-Sí, mucho. Compongo para no odiar a nadie.
-¿Cómo es eso?
-Hace unos días me dejó mi chico. El chico con el que estaba desapareció. Yo puedo optar por odiarlo pero, aparte de que no sería justo, puedo ponerlo en una canción y me va a traer dinero. ¿Cómo puedo odiarlo si me he comprado un coche gracias a él? Yo canto para no volverme loca y compongo para no odiar…
Esta faceta de la música está muy lejos de agotarse en el ámbito personal o familiar, tal como queda de manifiesto en las reflexiones del reconocido director Daniel Barenboim quien pone de relieve el compromiso de la música con la libertad.
¿La música tiene un propósito, un propósito social? Y, si es así, ¿cuál es? ¿Es proporcionar consuelo y entretenimiento o es plantear cuestiones perturbadoras al intérprete y al oyente? Si piensas en el papel que la música y mucho más que la música –el teatro, la ópera- tuvieron en la sociedad y en los regímenes totalitarios, verás que era el único marco en el que podían criticarse las ideas políticas y la opresión social. En otras palabras, una interpretación de Beethoven, bajo los nazis o bajo cualquier tipo de régimen totalitario, sea de derechas o de izquierdas, asume súbitamente la llamada a la libertad, se convierte incluso en una crítica muy directa a la política de ese régimen y, por lo tanto, es realmente algo mucho más perturbador; al mismo tiempo, eleva el espíritu. 
Una diferencia con la literatura es que la música al no requerir traducción tiene un mayor campo de acción, tal como lo reconocía Mstislav Rostropóvich al tiempo que se quejaba por lo poco que se había aprovechado esa posibilidad: “Dios nos ha dado un sólo idioma, la música, para la que no hace falta traductores, pero no hemos sido capaces de usarla para unificar el mundo.” 
Hace ya unos cuantos años Daniel Barenboim y Edward W. Said (amigos unidos en sus muchas diferencias) decidieron pasar a los hechos promoviendo la formación de una orquesta juvenil integrada tanto por músicos palestinos como israelíes, lo que a todas luces parecía imposible. Los inicios no fueron sencillos –de acuerdo al testimonio de Barenboim- dado que cada quien llegó con sus prejuicios.
Lo que a mí me parecía extraordinario era la ignorancia que existía respecto al “otro”. Los chicos israelíes no podían imaginar que hubiera personas en Damasco, Amán y El Cairo que fueran capaces, realmente, de tocar el violín y la viola. Creo que los músicos árabes sabían que había vida musical en Israel, pero no conocían mucho de ella. Uno de los chicos sirios me dijo que nunca había conocido a ningún israelí antes; para él, un israelí era alguien que representa un ejemplo negativo de lo que puede pasar en su país y en el mundo árabe.
Una vez allí, convocados por una pasión compartida, tuvieron que acercarse para emprender la tarea común.
El mismo chico se encontró compartiendo atril con un violoncelista de Israel. Trataban de tocar las mismas notas, con la misma dinámica, con el mismo movimiento del arco, con el mismo sonido, con la misma expresión. Trataban de hacer algo juntos. Es así de sencillo. Estaban tratando de hacer algo juntos, algo que les importaba a los dos, algo que les apasionaba a los dos. 
Y claro que no hay como acercarse al otro para romper prejuicios; ya nada –concluye Daniel Baremboim- volvería ser igual para ellos. “Bien, una vez conseguido, ya no pueden mirarse de la misma manera, porque han compartido una experiencia común. Y para mí, esto es, de verdad, lo importante del encuentro.”
¿Qué si esto acabó con el conflicto? Por supuesto que no, pero… ¿ello invalida los esfuerzos realizados por Said y Barenboim así como por muchos otros grupos que procuran construir puentes enfrentando la opinión de tanta gente prudente?

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