viernes, 13 de diciembre de 2019

Libros editados por el enemigo


Existen algunos libros de diseño espectacular al tiempo que de muy difícil lectura porque -entre otras incomodidades- el reflejo que producen al intentar leerlos es mucho peor que el de uno de esos días en que el sol brilla por unanimidad. Al cabo del tiempo he aprendido a mantenerme a prudencial distancia de ellos, aunque sea una descortesía hacia quienes los envían de obsequio con motivo de las fiestas decembrinas.

Pensé que era cosa mía hasta que di con dos breves comentarios al respecto firmados por dos reconocidas autoridades en la materia. El primero de ellos es de Gonzalo Celorio

Las instituciones bancarias hacen libros bellísimos, lujosos, espléndidos, que no se leen. En el mejor de los casos, desenvuelto el regalo, se hojean y se ojean. El papel couché, tan bueno para la reproducción fotográfica, lastima la vista del lector, que tiene que torear los brillos enceguecedores.

La otra nota corresponde a la autoría nada menos que de Gabriel Zaid

Muchos libros costosísimos que publican las grandes empresas para celebrarse a sí mismas, o como regalo de Navidad, siguen el mismo camino: de la celulosa convertida en papel impreso al papel impreso convertido en celulosa. Pero no importa. En los circuitos del aparato resonador, lo importante es que la celulosa reciclada una y otra vez genere resonancia, no lectura.

A este respecto me permito realizar una pequeña sugerencia. Si son publicaciones de casas bancarias, que en vez de editar estos libros bajen las tasas de interés. En caso que sean de instituciones públicas que en lugar de editarlos reduzcan los impuestos.

Al fin que los libros no se leen (aunque pensándolo mejor tal vez se trate de publicaciones para ver y lucir; no para leer).

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