viernes, 6 de diciembre de 2019

Novelas policiales


De mi padre he heredado muchas aficiones pero el gusto por las novelas policiales no ha sido precisamente una de ellas. Muy buen lector de distintos géneros, podía estar horas ajeno a lo que le rodeaba y pendiente exclusivamente de lo que sucedía dentro de los libros. Su predilección iba por el lado de las novelas policiales que adquiría o canjeaba tanto con amigos como en puestos que a ello se dedicaban.
Por mi parte, y lo confieso con cierta culpa, me parece recordar que nunca pude concluir la lectura de uno solo de estos libros por los cuales no siento la menor simpatía. Cuando me preguntan del por qué de mi aversión al género, no dispongo de razones convincentes. Bueno, no las tenía porque hace poco las hallé leyendo a Alejandro Zambra 
(…) nunca me han gustado mucho las novelas policiales. He leído dos o diez muy buenas, pero me parece cansador eso de andar por el mundo buscando al culpable y robándoles un tiempo sin duda valioso a los testigos. El asesino, finalmente, es siempre el autor, que en las últimas páginas de la novela confiesa lo que sabía desde un principio. 
Nadie quita –y Zambrano lo subraya- la sagacidad que exige desarrollar una buena intriga.
Escribir novelas policiales es un innegable ejercicio de destreza, y eso es lo que suele celebrarse de los grandes cultores del género: la virtud estratégica de distribuir las pistas, la capacidad de armar, con los elementos de siempre, una historia que sorprenda.
Contrariamente a lo que pudiera creerse, Alejandro Zambra parece encontrar un aire de familia entre la novela policial y la poesía.
Pienso en las novelas policiales porque representan un modelo limpio de escritura. Escribir una novela policial debe ser, en este sentido, parecido a escribir un soneto: la dificultad es, ante todo, técnica. Prevalece la tarea bien hecha y poco importa si el autor tenía o no tenía algo que decir.
Nada de esto compartirán los aficionados a la lectura de novelas policiales, mismos que seguramente encontrarán razones de mucho peso para contra-argumentar debidamente.
Mi padre hubiese sido uno de ellos.

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