La expresión ha caído un poco en desuso
pero en los ámbitos confesionales sigue existiendo la figura del consejero espiritual.
En el ámbito católico, por supuesto que no es privativo de él, se trata de
aquel sacerdote en quien se tiene mucha confianza para ayudar a dirimir los
dilemas que el vínculo fe y vida presenta permanentemente.
El curioso acontecimiento lo narra el
padre Carlos G. Vallés.
La hermana Vándana, religiosa india que
se dirigió muchos años espiritualmente con el conocido P. Anthony de Mello, le
consultó una vez una situación concreta de conciencia y le pidió consejo.
La respuesta fue contundente.
El P. Tony se lo dio con la claridad y
autoridad con que acostumbraba.
Sin embargo, esto causó desasosiego en
la religiosa.
Ella se sorprendió al oír su consejo, y
le dijo: “Es extraño. Hace algunos años le consulté esa misma situación a mi
padre espiritual de entonces, y me dio la respuesta contraria”.
El sacerdote jesuita no se sintió
interpelado por ese desacuerdo de opiniones y no tardó –continúa Vallés- en
expresar su desagrado.
Tony la interpeló con su viveza
característica: “¿Y quién era ese imbécil?”
El final del desencuentro entre los
distintos consejeros espirituales resultó inesperado.
Y la religiosa, señalándolo
traviesamente con el dedo le contestó sencillamente: “Eras tú mismo”. Y ambos
se rieron.
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