martes, 28 de abril de 2020

El Arca de Noé


Entre los temas que concitan la atención de nuestro tiempo, nada más ajeno que el del Arca de Noé, cuestión que ahora nos ocupa. Para ello consultamos a Bergen Evans quien sostiene que “aún en 1675, el erudito jesuita Kircherns catalogaba sirenas y grifos entre los animales del Arca de Noé (…)”
Sostiene Evans, por otra parte, que la Encyclopaedia Britannica con el paso del tiempo fue cambiando la forma de referirse el tema.

(…) la primera edición de la Encyclopaedia Britannica (1768-1771) no abrigaba duda alguna acerca de la existencia real del Arca misma. Los únicos puntos que se sentía llamada a discutir se relacionaban con la estiba de los distintos animales y la ubicación de la cabina de Noé. En la undécima edición (1911) la historia es descripta como un “mito”, aunque resulta curioso observar que en la décimo cuarta (revisión de 1943) la expresión de escepticismo es más reservada. Acaso la noticia de que el Arca había sido recientemente descubierta, “empotrada y conservada por el hielo”, en la cima del Monte Ararat, los indujo a dudar de sus propias dudas, aunque es más probable que tuvieran en cuenta, sencillamente, las susceptibilidades de algún círculo amplio de suscriptores.

Un asunto polémico fue el de si todas las especies tuvieron acceso al Arca; Wislawa Szymborska se ocupa de ello.

El sacerdote Benedykt Chmielowski, un valiente enciclopedista, meditó concienzudamente sobre la presencia de reptiles (de la clase reptilia) en el Arca de Noé. Rotundamente, no. El Arca era un refugio para criaturas divinas, y los reptiles tienen su génesis en “la corrupción y la depravación”.

Más allá de ello –agrega Szymborska- los datos indican que no tuvieron mayor problema en reproducirse.

Una corrupción que daría origen durante el Cretácico superior a los primeros prototipos de serpiente, que se habituaron tan bien a toda esa inmundicia que todavía hoy reptan por el mundo dos mil seiscientas especies, siendo cuatrocientas de ellas venenosas.

Finalmente digamos que de acuerdo al estado de cosas en el mundo actual pudiera pensarse en la posibilidad de otro diluvio universal. Sin embargo Chamfort -citando a quien sólo se refiere por su inicial- ofrece un sólido argumento en contra de ello.

D…, misántropo muy gracioso, me decía a propósito de la maldad humana: “Sólo la inutilidad del primer diluvio es lo que impide que nos envíen otro.”

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