lunes, 13 de abril de 2020

La escuela y la vida


Aun cuando es innegable que las instituciones educativas han venido cambiando, la anécdota sigue siendo pertinente. Le sucedió a Nick Owen

Hay una escuela en Ancona, en la costa oriental de Italia, donde di un curso de perfeccionamiento para maestros hace ya algunos años. Estacionamos el coche en el patio y mientras entrábamos en la escuela por una enorme doble puerta de cristal yo estaba manteniendo una animada conversación con algunos colegas acerca de la estructura que le daríamos al curso. No me di cuenta de ello hasta que no estuve dentro del edificio.
La monotonía de los colores produjo un efecto depresivo instantáneo sobre mí. Por encima de una línea a un metro del suelo, las paredes eran de un verde caqui militar apagado y por debajo de la línea, de un beige descolorido. No había una sola obra de arte en ninguna de las paredes de ninguno de los espacios públicos, el salón o los pasillos, ni de los maestros italianos ni de los propios alumnos. La iluminación era débil y fría. La escuela tenía todo el encanto de un depósito de cadáveres.
Dentro de las clases, las cosas estaban por el estilo. Al margen de los horarios, había una marcada ausencia de cualquier estimulación visual en las paredes. Estaban desnudas. 

Por supuesto que aquello no pasó desapercibido en el ánimo de Owen quien acusó recibo del mensaje que trasmitía aquel ambiente tan poco motivador.

Era uno de los entornos más depresivos en los que haya trabajado jamás. Tuve que desplegar una cantidad enorme de energía para generar en mí mismo el entusiasmo y el compromiso necesarios para implicarme en el grupo. Y me pareció percibir igualmente una sensación lúgubre en ellos.

¿Y los estudiantes?, ¿cómo se sentirían en su escuela? No hubo que andar mucho para saberlo porque la respuesta estaba allí cerca, en la entrada.

Fue únicamente al abandonar el edificio a primeras horas de la tarde y atravesar la misma doble puerta de cristal por la que había entrado unas horas antes, cuando me di cuenta de la reacción que el ambiente del interior había provocado en los estudiantes. A ambos lados de la puerta los estudiantes habían atacado la superficie del asfalto con sus botes de spray. Habían hecho algunas pintadas muy bonitas a ambos lados de la entrada, coloristas, imaginativas y expresivas.

El mensaje más importante que querían transmitir aquellos jóvenes –concluye Owen- estaba claramente realzado. “Y justo en el centro de las pintadas de la izquierda figuraban las palabras en italiano: Tutta la Vita e Fuori. Toda la vida está fuera.”


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