Vivimos en sociedades que fomentan y educan en el
gusto por la competencia. Competir implica comparar y comparar supone medir,
así que hay que vivir midiendo. Y una vez entrados en gastos, ya nada nos para
de tal forma que competimos por: el ingreso per cápita, el río más largo, la
montaña más alta, quién come más huevos estrellados de una sentada, el país más
poblado, qué pareja baila más tiempo sin descansar, quién tiene más tatuajes en
su cuerpo, el estornudo más largo y miles, pero miles de etcéteras.
Así es como llegamos a la medición de la duración y
el estruendo de los aplausos. Hace mucho algunos programas de televisión brindaban
el premio al concursante que fuera más ovacionado por el público. Para ello se
valían de un aparato llamado “aplausómetro” cuyo veredicto era inapelable.
Artistas famosos no han quedado fuera de esta
confrontación y veremos algunos datos solo a modo de ejemplo. Según Roberto A.
Ayala
Margot Fonteyn
y Rudolf Nureyev, la famosa pareja de bailarines, tiene un récord difícil de
superar: el público les exigió salir ante las cortinas 89 veces. Ocurrió luego
de la interpretación de El Lago de los Cisnes en Viena, Austria, en
octubre de 1964.
Sin embargo el propio Ayala hace la aclaración
necesaria: “En realidad, la marca Ia logró el público, pues las salidas a
escena se piden con aplausos.”
Miguel
Mañueco también trató el tema en un artículo publicado en 2016 en la revista muyinteresante. Y, tal como veremos,
maneja otros datos
El tenor
español Plácido Domingo recibió este reconocimiento del público durante una
hora y veinte minutos el 30 de julio de 1991, tras interpretar el Otelo de Verdi en la
Ópera Estatal de Viena. Aquella noche triunfal, el gran cantante
madrileño tuvo que regresar al escenario de la Ópera un total de 101
veces. Batía así el récord que ostentaba su colega italiano Luciano Pavarotti
(1935-2007), aplaudido durante 67 minutos tras su actuación de 1968 en El elixir de amor, ópera cómica de
Gaetano Donizetti, en la ópera de Berlín. Entonces, el telón se alzó 165 veces.
No obstante la consulta de
otras fuentes hace necesario que Mañueco haga algunas precisiones.
Sin
embargo, hay que señalar que la plusmarca de Plácido Domingo se acompaña en El libro Guinness de los récords por
otra larguísima ovación registrada hace dos años, aunque en ese caso de manera
intencionada. El 26 de junio de 2014, el poeta y performer norteamericano
Dustin Luke Nelson consiguió que los espectadores batieran las palmas durante
dos horas seguidas en el Walker Art Center de Minneapolis. En realidad, se
trataba de una acción incluida en un montaje del artista.
Así pues habría que subdividir
la categoría en: aplausos espontáneos y aplausos convocados. Continúa Miguel
Mañueco
Como
aplauso espontáneo más largo sigue constando, pues, el dedicado a Plácido
Domingo. Nuestro tenor más reconocido recibió en España otro de 32 minutos el
28 de julio de 2010. Los aficionados al bel canto aclamaban así su
interpretación en la ópera Simón
Boccanegra, también de Verdi, en el Teatro Real de Madrid.
El tiempo ha pasado y seguramente
el récord de aplausos y de salidas al escenario debe estar ya en otras manos.
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