Hace ya unos días nos referimos a la
evocación pormenorizada de Román Gubern en relación al colegio jesuita al que
concurriera durante su infancia y adolescencia (http://habladuriacronicasdelocotidiano.blogspot.com/2020/04/roman-gubern-evoca-su-colegio-jesuita.html)
Entre sus recuerdos destaca una
estrategia didáctica, a manera de juego, utilizada por los docentes con el fin
de provocar mayor competencia académica entre los alumnos y con ello un mejor
nivel académico.
Para reforzar las estrategias docentes,
los jesuitas utilizaban un juego inspirado en un motivo histórico clásico: la
rivalidad entre romanos y cartagineses. Este duelo didáctico se efectuaba con
dos filas de condiscípulos enfrentados, respondiendo a las preguntas y, cuando
se producía un error, replicaba el contrincante y, si también fallaba, el
siguiente alumno en la fila del interpelado, lanzando cada vez un enérgico “¡corrijo!”.
Quien acertaba la respuesta pasaba delante de quien hasta entonces le precedía.
Era, por lo tanto, un juego basado en la doble competencia en las respuestas:
con el bando adversario y con los compañeros del propio bando, avanzando
puestos en él.
Los resultados obtenidos por los alumnos
a lo largo del año, daban lugar a un peculiar sistema de jerarquización
académica; continúa Gubern
A la misma filosofía competitiva
respondía la ceremonia del reparto de dignidades al final del curso, desde las
distinciones más ilustres (el emperador con su corona de laurel, el príncipe,
etc.), hasta la más modesta de académico, que lucía un lacito esmirriado.
Concluye cuestionando, cuando menos
parcialmente, los resultados de aquella estrategia. “Se nos educaba para
afrontar los retos de la competitividad capitalista, aunque a algunos de
aquellos pomposos emperadores no les ha ido después demasiado bien en su vida
profesional.”
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