Varios son los indicadores que
entran en juego a la hora de cotizar un libro en el mercado bibliográfico. Así
es como diversos factores intervienen en tal operación: renombre del autor,
éxito de la obra, nuevo o usado, edición, estado, encuadernación, antigüedad,
calidad del papel, tamaño de la letra, diseño de portada, existencias en el
mercado, etc.
Sin embargo, en tan solo unas
pocas líneas Juan José Millás nos informa de la existencia de una librería que
decidió cambiar la jugada.
En un mercado
de Madrid acaban de inaugurar una librería de segunda mano en la que venden los
libros al peso.
-Póngame un
cuarto de quilo de Shakespeare –dices.
Y el tendero te
pone un cuarto de quilo de Shakespeare o de Corín Tellado, lo que pidas. Todos los
autores valen lo mismo, porque su nombre no cotiza. Lo que hace que unos libros
sean más caros que otros son detalles formales como la encuadernación o el
espesor del papel. Un volumen de tapa dura es a uno de bolsillo lo que un
pedazo de jamón de York a uno de chóped. Parece que la fórmula funciona porque
a la gente le hace gracia esto de adquirir la sabiduría o el entretenimiento al
peso.
Así pues las obras completas (que
alguien dijo que con frecuencia suelen ser demasiado completas) llevan las de
ganar ante verdaderas maravillas que los son precisamente por su brevedad. Y a
ese respecto, concluye Millás: “Los libros de poesía, que suelen ser famélicos,
están tirados, nunca mejor dicho.”
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