lunes, 8 de junio de 2020

Vacuna


No hay que ser muy perspicaz para pensar que en estos días está teniendo lugar una desenfrenada carrera entre investigadores, laboratorios, centros de investigación y universidades con el objeto de ser los primeros en encontrar la vacuna que detenga los estragos causados por el Covid-19. No hay que ser muy mal pensado para suponer los golpes bajos que tienen lugar en esta competencia: espionaje, promover deserciones en las filas del adversario y sin excluir, claro está, actos de violencia lisa y llana.

¿Sería mucho pedir a laboratorios, industria farmacéutica en general, investigadores… que siguieran el ejemplo de Jonas Salk, al que hace un tiempo aludiera el doctor Arnoldo Kraus?

Tras anunciar el descubrimiento de la vacuna contra la poliomielitis, Jonas Salk fue objeto de muchas entrevistas. Uno de los periodistas le preguntó: “Dígame, doctor Salk, ¿cuándo patentará la vacuna?”; con presteza y grandeza el famoso científico respondió a vuelapluma: “Dígame, ¿usted cree que pueda patentarse el Sol?” No puedo dejar de comentar que la magnitud del descubrimiento de la vacuna que prevendría la poliomielitis (1955) equivaldría hoy al descubrimiento de la vacuna contra el síndrome de inmunodeficiencia adquirida.

¿Será a este tipo de actitudes que se refieren quienes profetizan el advenimiento de una nueva normalidad?


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