Hay situaciones en las
que confluyen factores que interactúan entre sí creando la trama de la cuestión;
tal es el caso del racismo en el que, entre otros, coinciden: educación, prejuicio,
discriminación, nosotros y ellos, historia, poder, represión, uno y los otros, rebelión, líderes, manifestaciones, reacciones,
violencia, división, economía, trabajo, identidad, miedo, etc.
Hace relativamente
poco vi el documental “Yo no soy tu negro” que se centra particularmente en los
Estados Unidos e incluye diversos testimonios como el de James Baldwin.
La discriminación está
asociada al nivel socioeconómico y -como lo afirman diversas fuentes- uno es el
caso del migrante sin papeles y otro el de quien llega a invertir millones de
dólares; aun cuando los dos son extranjeros a uno le espera la persecución mientras
que al otro la más cordial de las bienvenidas. Hace algunos años, y para referirse
a esta cuestión, Adela Cortina popularizó la expresión aporofobia.
Estos días recordé
una historia que leí hace algunos años en versión de Octavio Aguilar de la
Parra, el relato comienza identificando al protagonista
El señor Jean
Pierre Audin, quien fungió durante algún tiempo como embajador de Haití en
México, vivió una anécdota por demás interesante.
El señor Jean
Pierre, destacado literato y diplomático, tuvo el rango de decano de dicho
cuerpo (...). Radica actualmente en México bajo el amparo del derecho de asilo
político que conceden nuestras leyes. Edita actualmente con éxito, una revista
diplomática que lleva por nombre Missione internationale.
¿Qué sucedió al
citado diplomático? De manera breve lo cuenta Aguilar de la Parra.
Hace algunos
años, después de haber cumplido una comisión oficial de su país en Europa,
regresaba a América a bordo del lujoso transatlántico “Ille de France”, Jean
Pierre viajaba en primera clase pero así y todo fue apartado del resto de los
pasajeros en el comedor, asignándole una pequeña mesa para él solo. (Debemos aclarar
que el noventa por ciento de la población de Haití es de negros y un diez por
ciento de mulatos de ascendencia francesa.) El diplomático, acostumbrado a
estas cosas, no objetó esa disposición y tomó ese acto con indiferencia. De
pronto vio venir hacia él una dama norteamericana, blanca por supuesto, quien
le preguntó si hablaba inglés. Jean Pierre respondió afirmativamente,
aclarándole que éste no era su idioma nativo, toda vez que su país era Haití.
Y así es como
llegamos al desenlace de aquel acontecimiento.
La dama escuchó
perpleja al diplomático y prodigando la mejor de sus sonrisas le dijo:
—¡Ah, entonces
usted no es negro...! ¿Por qué no viene a sentarse con nosotros?
Queda todo dicho.
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