Hay quienes para defender su oficio terminan
atacando -muchas veces en forma involuntaria- el de otros. Hubo tiempos en que
ello fue práctica común y nadie protestaba.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y hoy todos
estamos más sensibles al respecto. De ello da cuenta una nota de Harper’s,
junio 2013 citado en Nexos julio 2013.
En el mes de marzo Bernhard Paul, fundador y director del
Circo Roncalli de Alemania, le envió esta carta abierta a Peer
Steinbrück, el candidato socialdemócrata a la cancillería de Alemania,
quien en febrero se refirió a los políticos italianos Beppe Grillo y Silvio
Berlusconi como “dos payasos”:
Estimado Sr. Steinbrück:
No tengo nada contra usted o sus similares. Dicho esto,
me sentí desdeñado por su comentario alusivo a los payasos en referencia a los
resultados electorales en Italia. Me siento por lo menos tan insultado como el
presidente italiano. El circo es una institución que ha luchado por sobrevivir
en Alemania durante muchos años. Goebbels lo excluyó de la cultura durante el
Tercer Reich y desde entonces ha existido a duras penas, a pesar de ser
reconocido y apoyado como parte de la cultura en la Unión Europea. Pero no en
Alemania.
El símbolo del circo ha sido siempre el payaso. Personaje
con raíces en la comedia dell’arte, ha dado
grandes nombres como Grock, Charly Rivel, Oleg Popov, y muchos otros. Los
payasos han inspirado a autores de la literatura mundial desde Heinrich Böll a
Arthur Miller, directores de cine desde Fellini a Ingmar Bergman, y pintores
desde Toulouse-Lautrec a Picasso. Pero usted utiliza la palabra “payaso” como
un insulto. Creí que vivíamos ya en un tiempo en que los políticos, para ser
políticamente correctos, evitaban términos como Zigeuenerschnitzel (“schnitzel
gitano”), cuando las reposterías prefieren llamarle a un Mohrenkopf (“cabeza de
moro”) “merengue con antecedentes de inmigrantes”, y los libros para niños se
han reescrito porque algunas palabras ya no se juzgan aceptables.
Y ahora usted, entre todas las personas posibles, un
político de alto rango con amplia experiencia en taparse la boca, comete el faux pas de reducir la honorable profesión de payaso a un insulto.
Supongo que usted trataba de ser divertido, lo cual en principio puede no ser
una cosa mala para un político. Pero hay una enorme diferencia entre decir algo
divertido y divertirse a costa de algo. Los comediantes son como los políticos,
y como mi amigo Johannes Rau solía decir en estas ocasiones, citando a la
Biblia: “Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”.
Saludos
de un payaso triste,
Zippo
Alias
Profesor Bernhard Paul
En
nombre de mis colegas artistas
Me
imagino que con semejante respuesta el señor Steinbrück lo pensará mucho antes
de referirse nuevamente en forma despectiva a ese gremio.
Por
cierto, menos mal que Zippo no se enteró que -según nota de prensa de
julio de 2019- Axel Kaiser (analista chileno de tendencia conservadora) señaló:
“En política llega cualquier payaso y dice barbaridades”. Lo que no le hubiera
dicho.
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