No me
hubiese gustado que Wislawa Szymborska se hubiera dado a la tarea de reseñar
alguno de mis libros en el espacio que para ello disponía en la prensa polaca.
Si una obra le gustaba no se andaba con chiquitas para elogiarla, pero… si el
juicio era adverso las cosas se complicaban.
Una
muestra de esto último es su crítica al libro Relajamiento: ciento un consejos prácticos (traducción del inglés,
Varsovia, Ksiazka i Wiedza, 1998) de la que transcribo tres andanas de golpes.
El tipo
de individuo que promocionan todos estos libros de autoayuda es simplemente el
del sano idiota que ha dormido bastante. El único objeto de interés para él
debe ser su propio cuerpo.
Para
no caer en ambigüedades a continuación estima necesario aclarar aún más su
opinión, en el afán de que no queden dudas respecto al valor de la obra.
Naturalmente,
necesita un montón de información procedente del mundo exterior que los
redactores (supuestos expertos) ya se
encargan de ofrecerle. Información como que “el perro es un compañero fiel”,
“la luz natural ilumina tu habitación”, “dispón tus muebles de tal manera que
no te molesten”, “empápate de la belleza natural” o “deshazte de los productos
caducados”.
El decisivo
nocaut vendrá acompañado con la fina ironía que es tan habitual en Szymborska
Bien,
pero ¿qué necesidad había de traducir todo esto del inglés? ¿Acaso nuestro
producto nacional era incapaz de llegar a comunicados como “al respirar entra
aire en los pulmones”? ¿Acaso hacía falta importar de la patria de Newton la
noticia de que el cerebro se divide en dos hemisferios, de los cuales el
izquierdo es el responsable de “las actividades que requieren pensar como, por
ejemplo, resolver un crucigrama”? No tengo nada en contra de los crucigramas,
pero que justamente aparezcan aquí como el único ejemplo de esfuerzo mental es
muy significativo.
Difícil
que después de leer la nota alguien quisiera salir corriendo a la librería más cercana
para comprar el libro.
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