Hay momentos en la vida en que
se vuelve sumamente recomendable salirse del tiempo presente; según José Jiménez
Lozano fue Bernardo de Claraval quien en el siglo XII hizo un importante aporte
al respecto.
Entre
tantas formulaciones maravillosas y mágicas de este hombre está la de llamar al
Oficio, el canto de las horas, “memoria futurorum”: el recuerdo de las cosas
futuras, cuya finalidad es que, con su belleza, aplaque la ansiedad de la
espera y apunte algo del misterio de lo que se espera.
El mismo Jiménez Lozano
presenta otro ejemplo, en este caso de su tiempo, donde la mirada se vuelve hacia
el pasado.
La
fórmula en cuestión la he recordado cien veces cuando me he acercado a gentes
que se estaban contando cosas en la solana y, cuando les he preguntado qué
hacían, me han contestado que contándose y recordando, porque ya eran viejos y
sólo les esperaba la muerte y si, detrás, hay algo. Es decir: el recuerdo de
vidas de hombres e historias de hombres como “memoria futurorum”, porque ese
recuerdo se convierte en el presente y futuro de sus vidas. Quieren seguir
viviendo en suma. Y, entonces, me he dicho: “tienes que hacer bien el oficio
para aplacar la ansiedad, dulcificar la espera”.
Así tanto en el siglo XII como
en el presente se trata, en palabras de José Jiménez Lozano, de “aplacar la
ansiedad y dulcificar la espera”.
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